2 Sam. 14: 25-15: 30.
Mas tú, Jehová, eres escudo alrededor de mí; mi
gloria, y el que levanta mi cabeza. (Sal. 3: 3).
David, que recordaba siempre su propia transgresión
de la ley de Dios, parecía estar moralmente paralizado; se revelaba débil e
irresoluto mientras que antes de su pecado había sido valeroso y decidido. Había
disminuido su influencia con el pueblo y todo esto favorecía los designios de
su hijo desnaturalizado. . .
Y mientras que el rey se inclinaba cada vez más al
deseo de retraimiento y soledad, Absalón buscaba con halagos el favor popular.
. . Día tras día, se podía ver a ese hombre de semblante noble a la puerta de
la ciudad, donde una multitud de suplicantes aguardaba para presentarle sus
agravios en procura de que fuesen reparados. Absalón se rozaba con ellos, oía
sus agravios, y expresaba cuánto simpatizaba con ellos por sus sufrimientos y
cuánto lamentaba la falta de eficiencia del gobierno (Patriarcas y Profetas,
pág. 790).
Mediante su belleza notable, don de gentes, y
bondad fingida, astutamente robó los corazones del pueblo. No poseía caridad en
el corazón, sino que era ambicioso y, como lo muestra su historia, era capaz de
echar mano de la intriga y del crimen para obtener el reino. Hubiese devuelto
el amor y la bondad de su padre quitándole la vida. Fue proclamado rey en
Hebrón por sus seguidores y los condujo en persecución de su padre (Spiritual
Gifts, tomo 4, pág. 89).
Con humildad y dolor, David salió por la puerta de
Jerusalén, alejado de su trono de su palacio y del arca de Dios, por la insurrección
de su hijo amado. El pueblo le seguía en larga y triste procesión como un
séquito fúnebre (Patriarcas y Profetas, pág. 792).
Muchos que no ven como Dios ve, sino que toman las
cosas desde el punto de vista del hombre, podrían razonar, que el descontento
de David era legítimo y que la sinceridad de su pasado arrepentimiento debiera
haberle exceptuado del presente juicio. . . David no formuló quejas. Su salmo
más elocuente lo cantó cuando subía el Monte de los Olivos, llorando y
descalzo, humillado en espíritu, abnegado y generoso, sumiso y resignado (Carta
6, 1880).
AUDIO: https://youtube.com/playlist?list=PLVsLdOIe7sVv0TqLpoxs-QMolo4klb4mZ
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