jueves, 24 de junio de 2021

24. “BELLEZA SUPERFICIAL” (ABSALÓN) VI. CONFLICTO Y VALOR (EGW).

2 Sam. 14: 25-15: 30.

Mas tú, Jehová, eres escudo alrededor de mí; mi gloria, y el que levanta mi cabeza. (Sal. 3: 3).

David, que recordaba siempre su propia transgresión de la ley de Dios, parecía estar moralmente paralizado; se revelaba débil e irresoluto mientras que antes de su pecado había sido valeroso y decidido. Había disminuido su influencia con el pueblo y todo esto favorecía los designios de su hijo desnaturalizado. . .

Y mientras que el rey se inclinaba cada vez más al deseo de retraimiento y soledad, Absalón buscaba con halagos el favor popular. . . Día tras día, se podía ver a ese hombre de semblante noble a la puerta de la ciudad, donde una multitud de suplicantes aguardaba para presentarle sus agravios en procura de que fuesen reparados. Absalón se rozaba con ellos, oía sus agravios, y expresaba cuánto simpatizaba con ellos por sus sufrimientos y cuánto lamentaba la falta de eficiencia del gobierno (Patriarcas y Profetas, pág. 790).

Mediante su belleza notable, don de gentes, y bondad fingida, astutamente robó los corazones del pueblo. No poseía caridad en el corazón, sino que era ambicioso y, como lo muestra su historia, era capaz de echar mano de la intriga y del crimen para obtener el reino. Hubiese devuelto el amor y la bondad de su padre quitándole la vida. Fue proclamado rey en Hebrón por sus seguidores y los condujo en persecución de su padre (Spiritual Gifts, tomo 4, pág. 89).

Con humildad y dolor, David salió por la puerta de Jerusalén, alejado de su trono de su palacio y del arca de Dios, por la insurrección de su hijo amado. El pueblo le seguía en larga y triste procesión como un séquito fúnebre (Patriarcas y Profetas, pág. 792).

Muchos que no ven como Dios ve, sino que toman las cosas desde el punto de vista del hombre, podrían razonar, que el descontento de David era legítimo y que la sinceridad de su pasado arrepentimiento debiera haberle exceptuado del presente juicio. . . David no formuló quejas. Su salmo más elocuente lo cantó cuando subía el Monte de los Olivos, llorando y descalzo, humillado en espíritu, abnegado y generoso, sumiso y resignado (Carta 6, 1880). 

AUDIO: https://youtube.com/playlist?list=PLVsLdOIe7sVv0TqLpoxs-QMolo4klb4mZ

 

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