Y
mirándole Jehová, le dijo: ve con esta tu fuerza, y salvarás a Israel de la
mano de los madianitas. ¿No te envío yo? (Jueces 6:14).
Era Gedeón, hijo de Joás, de la tribu de Manasés. La rama a la cual pertenecía esta familia no desempeñaba ningún
cargo destacado, pero la casa de
Joás se distinguía por su valor y su integridad... A Gedeón llamó, pues, el Señor para
libertar a su pueblo...
De repente "el ángel de Jehová se le apareció" y le dirigió estas palabras: "Jehová está contigo, varón esforzado y valiente" "…Ah, señor mío fue su respuesta, si Jehová está con nosotros, ¿por qué nos ha sobrevenido todo esto?..." El Mensajero celestial le respondió: "…Ve con esta tu fuerza, y salvarás a Israel de la mano de los madianitas. ¿No te envío yo?"... (Jueces 6:12-14).
La hueste que iba al
mando de Gedeón no pasaba de
treinta y dos mil hombres; pero mientras estaba el inmenso ejército enemigo desplegado
delante de él, le dirigió el
Señor las siguientes palabras: "El pueblo que está contigo es mucho para que yo entregue a los madianitas en
su mano, no sea que se
alabe Israel contra mí, diciendo: Mi mano me ha
salvado. Ahora, pues, haz pregonar en oídos del pueblo, diciendo: Quien tema y se estremezca, madrugue y devuélvase desde el monte de Galaad…" (Jueces
7:2,3)...
Gedeón obedeció las instrucciones del Señor, y con el corazón
oprimido vio
marcharse para sus hogares a veintidós
mil hombres, o sea más de
las dos terceras partes de su ejército.
Nuevamente
oyó la voz de
Dios decirle: "Aún es mucho el pueblo; llévalos a las aguas, y allí
te los probaré" (cap. 7:4)... Algunos tomaron apresuradamente un poco de agua en la mano, y la sorbieron mientras caminaban; pero casi todos se hincaron, y bebieron a sus anchas de la
superficie del arroyo.
Aquellos que
tomaron el agua en la mano no
fueron sino trescientos
entre diez mil; no obstante, fueron
elegidos, y al resto se le
permitió volver a sus hogares.
El carácter se prueba a
menudo por los medios más sencillos...
No sólo poseían
valor y dominio de sí mismos los
trescientos hombres elegidos, sino que eran
también hombres de fe... Dios podía
dirigirlos...
En medio de la noche, al toque del cuerno de guerra de Gedeón, las tres compañías tocaron sus trompetas; y luego, rompiendo sus cántaros, sacaron a relucir las antorchas encendidas, y se precipitaron contra el enemigo lanzando el terrible grito de guerra: "¡Por la espada de Jehová y de Gedeón!" (cap. 7:20)... No menos de ciento veinte mil de los invasores perecieron... Fue indescriptible el terror que experimentaron las naciones vecinas al saber cuán sencillos habían sido los medios que prevalecieron contra el poderío de un pueblo audaz y belicoso.
Patriarcas y profetas, págs. 589-595. RJ322/EGW/MHP
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