2 Sam. 18:1-18.
Tomando después a Absalón, le echaron en un gran
hoyo en el bosque, y levantaron sobre él un montón muy grande de piedras. (2 Sam.
18:17).
David y toda su compañía de guerreros y estadistas,
ancianos y jóvenes, mujeres y niños, cruzaron el profundo y caudaloso río de
corriente rápida. . . El consejo de Husai había logrado su objeto, al
proporcionar a David la oportunidad de escapar; pero no se podía refrenar mucho
tiempo al príncipe temerario e impetuoso; y pronto emprendió la persecución de
su padre. . .
La batalla se riñó en un bosque cercano al Jordán, donde las grandes fuerzas del ejército de Absalón no eran sino una desventaja para él. Entre las espesuras y los pantanos del bosque, estas tropas indisciplinadas se confundieron y se volvieron ingobernables. . . Viendo Absalón que la jornada estaba perdida, se dio vuelta para huir, pero se le trabó la cabeza entre dos ramas de un árbol muy extendido, y su mula, saliéndose de debajo de él, le dejó suspendido inerme, y presa fácil para sus enemigos.
En esta condición lo encontró un soldado, que por no disgustar al rey, le perdonó la vida, pero informó a Joab de lo que había visto. Joab no se dejó refrenar por ningún escrúpulo. El había tratado amistosamente a Absalón, y obtenido dos veces una reconciliación con David, pero su confianza había sido traicionada vergonzosamente.
De no haber obtenido Absalón ventajas por la
intercesión de Joab, esta rebelión, con todos sus horrores, no habría ocurrido.
Ahora estaba en la mano de Joab destruir de un solo golpe al instigador de toda
esta maldad. "Y tomando tres dardos en sus manos, hincólos en el corazón
de Absalón. . ."
Así perecieron los causantes de la rebelión de Israel. Ahitofel había muerto por su propia mano. Absalón, el de aspecto principesco, cuya hermosura gloriosa había sido el orgullo de Israel, había sido abatido en pleno vigor de la juventud, su cadáver arrojado a un hoyo y cubierto de un montón de piedras, en señal de oprobio eterno.
Durante su vida
Absalón se había construido un monumento costoso en el valle del rey, pero el
único monumento que marcó su tumba fue aquel montón de piedras en el desierto
(Patriarcas y Profetas, págs. 803-805). 185
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