Amad a vuestros enemigos. (Mateo 5:44).
La lección del Salvador: "No resistáis al que es malo" (Mateo 5:39), era inaceptable para los judíos vengativos... Pero ahora Jesús pronunció una declaración aún más categórica:...
"Amad a vuestros enemigos, bendecid a los que os maldicen, haced bien a los que os aborrecen, y orad por los que os ultrajan y os persiguen; para que seáis hijos de vuestro Padre que está en los cielos" (Mateo 5:44,45).
Tal era el espíritu de la ley que los rabinos habían interpretado erróneamente como un código frío de demandas rígidas. Se creían mejores que los demás hombres y se consideraban con derecho al favor especial de Dios por haber nacido israelitas; pero Jesús señaló que únicamente un espíritu de amor misericordioso podría dar evidencia de que estaban animados por motivos más elevados que los publicanos y los pecadores, a quienes aborrecían.
Señaló Jesús a sus oyentes al Gobernante del universo bajo un nuevo nombre: "Padre nuestro". Quería que entendieran con cuánta ternura el corazón de Dios anhelaba recibirlos. Enseñó que. . . "como el padre se compadece de los hijos, se compadece Jehová de los que le temen" (Salmos 103:13).
Ninguna otra religión que la de la Biblia presentó jamás al mundo tal concepto de Dios.
El paganismo enseña a los hombres a mirar al Ser Supremo como objeto de temor antes que de amor, como una deidad maligna a la que es preciso aplacar con sacrificios, en vez de un Padre que vierte sobre sus hijos el don de su amor.
Aun el pueblo de Israel había llegado a estar tan ciego a la enseñanza preciosa de los profetas con referencia a Dios, que esta revelación de su amor paterna parecía un tema original, un nuevo don al mundo...
Todo lo bueno que tenemos, cada rayo del sol y cada lluvia, cada bocado de alimento, cada momento de la vida, es un regalo de amor.
Cuando nuestro carácter no conocía el amor y éramos "aborrecibles" y nos aborrecimos "unos a otros", nuestro Padre celestial tuvo compasión de nosotros...
Los hijos de Dios son aquellos que participan de su naturaleza. No es la posición mundanal, ni el nacimiento, ni la nacionalidad, ni los privilegios religiosos, lo que prueba que somos miembros de la familia de Dios; es el amor, un amor que abarca a toda la humanidad.
Aun los pecadores cuyos corazones no estén herméticamente cerrados al Espíritu de Dios responden a la bondad. Así como pueden responder al odio con el odio, también corresponderán al amor con el amor, Solamente el Espíritu de Dios devuelve el amor por odio. El ser bondadoso con los ingratos y los malos, el hacer lo bueno sin esperar recompensa, es la insignia de la realeza del cielo, la señal segura mediante la cual los hijos del Altísimo revelan su elevada vocación.
El discurso maestro de Jesucristo, págs.
64-66. RJ64/EGW/MHP 65
AUDIO. https://www.youtube.com/watch?v=fy3wm4Ihh7Y&list=PLtrFh-HO7ogBtO1y_kpJ-zNY9K3ORiYqm&index=27&pp=sAQB
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