Nadie ha visto jamás a Dios. Si nos amamos unos a otros, Dios permanece en nosotros, y su amor se ha perfeccionado en nosotros. (1Juan 4:12).
Las condiciones para obtener la vida eterna, bajo la gracia, son exactamente las mismas que existían en Edén: una justicia perfecta, armonía con Dios y completa conformidad con los principios de su ley. La norma de carácter presentada en el Antiguo Testamento es la misma que se presenta en el Nuevo Testamento.
No es una medida o norma que no podamos alcanzar. Cada mandato o precepto, que Dios da tiene como base la promesa para que podamos llegar a ser semejantes a Él, y lo realizará en favor de todos aquellos que no interpongan una voluntad perversa y frustren así su gracia.
Dios nos amó con amor indecible, y nuestro amor hacia El aumenta a medida que comprendemos algo de la largura, la anchura, la profundidad y la altura de este amor que excede todo conocimiento.
Por la revelación del encanto atractivo de Cristo, por el conocimiento de su amor expresado hacia nosotros cuando aún éramos pecadores, el corazón obstinado se ablanda y se somete, y el pecador se transforma y llega a ser hijo del Cielo.
Dios no utiliza medidas coercitivas, el agente que emplea para expulsar el pecado del corazón es el amor. Mediante él, convierte el orgullo en humildad, y la enemistad y la incredulidad, en amor y fe...
Nos pide que seamos perfectos como El, es decir, de igual manera. Debemos ser centros de luz y bendición para nuestro reducido círculo, así como Él lo es para el universo. No poseemos nada por nosotros mismos, pero la luz del amor brilla sobre nosotros y hemos de reflejar su resplandor.
Gracias al bien proveniente de Dios, podemos ser perfectos en nuestra esfera, así como Él es perfecto en la suya.
Dijo Jesús: "Sed perfectos como vuestro Padre... es perfecto". Si ustedes son hijos de Dios, son participantes de su naturaleza y no pueden menos que asemejarse a Él.
Todo hijo vive gracias a la vida de su padre. Si son hijos de Dios, engendrados por su Espíritu, viven por la vida de Dios. En Cristo "habita corporalmente toda la plenitud de la Deidad" (Colosenses 2:9); y la vida de Jesús se manifiesta "en nuestra carne mortal" (2 Corintios 4:11).
Esta vida producirá en nosotros el mismo carácter y manifestará las mismas obras que manifestó en El. Así estaremos en armonía con cada precepto de su ley, porque "la ley de Jehová es perfecta, que convierte el alma" (Salmos 19:7). Mediante el amor "la justicia de la ley" se cumplirá "en nosotros, que no andamos conforme a la carne, sino conforme al Espíritu" (Romanos 8:4).
El
discurso maestro de Jesucristo, págs. 66-68. RJ65/EGW/MHP 66
AUDIO. https://www.youtube.com/watch?v=DlQjEabm8hk&list=PLtrFh-HO7ogBtO1y_kpJ-zNY9K3ORiYqm&index=28&pp=sAQB
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