Jos. 14.
Todavía estoy tan fuerte como el día que Moisés me
envió. . .Dame, pues, ahora este monte. (Jos. 14: 11, 12).
Antes que comenzara la distribución de la tierra,
Caleb, acompañado de los jefes de su tribu, presentó una petición especial. Con
excepción de Josué, era Caleb el hombre más anciano de Israel. Ambos habían
sido entre los espías los únicos que trajeron un buen informe acerca de la
tierra de promisión, y animaron al pueblo a que subiera y la poseyera en nombre
del Señor. Caleb le recordó ahora a Josué la promesa que se hizo entonces como
galardón por su fidelidad: "¡Ciertamente la tierra que ha pisado tu pie ha
de ser herencia tuya y de tus hijos para siempre! por cuanto has seguido
cumplidamente a Jehová mi Dios". Por consiguiente solicitó que se le diera
Hebrón como posesión...
Lo que pedía que le fue otorgado inmediatamente. A
ningún otro podía confiarse con más
seguridad la conquista de esa fortaleza de gigantes. . . La fe de Caleb era en
esa época la misma que tenía cuando su testimonio contradijo el informe
desfavorable de los espías. Él había creído en la promesa de Dios, de que
pondría su pueblo en posesión de la tierra de Canaán, y en esto había seguido
fielmente al Señor. Había sobrellevado con su pueblo la larga peregrinación por
el desierto, y compartido las desilusiones y las cargas de los culpables; no
obstante, no se quejó de esto, sino que ensalzó la misericordia de Dios que le
había guardado en el desierto cuando sus hermanos eran eliminados. . . El
valiente y viejo guerrero deseaba dar al pueblo un ejemplo que honrara a Dios,
y alentar a las tribus para que subyugaran completamente la tierra que sus
padres habían considerado inconquistable.
Caleb obtuvo la heredad que su corazón había
anhelado durante cuarenta años, y confiado en que Dios le acompañaba,
"echó de allí tres hijos de Anac"...
Los cobardes rebeldes habían perecido en el desierto; pero los espías íntegros comieron de las uvas de Escol. A cada uno se le dio de acuerdo con su fe. Los incrédulos habían visto sus temores cumplidos. No obstante la promesa de Dios, habían dicho que era imposible heredar la tierra de Canaán, y no la poseyeron. Pero los que confiaron en Dios y no consideraron tanto las dificultades que se habían de encontrar como la fuerza de su ayudador todopoderoso, entraron en la buena tierra (Patriarcas y Profetas, págs. 546-549). 124
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