Jos. 6.
Todo el pueblo gritaría a gran voz; y el muro de la
ciudad caerá. (Jos. 6: 5).
En la toma de Jericó, el poderoso General de los ejércitos planeó la batalla con tanta sencillez que ningún ser humano pudo atribuirse la gloria. Ninguna mano humana debía derribar los muros de la ciudad, no fuera que el hombre se atribuyera la gloria de la victoria. También hoy, ningún ser humano debe atribuirse la gloria del trabajo que lleve a cabo. Sólo el Señor debe ser magnificado. ¡Oh, si los hombres comprendieran la necesidad de buscar a Dios para recibir instrucciones! (SDA Bible Commentary, tomo 2, pág. 995).
El Señor guió a sus ejércitos hacia la ciudad
condenada; ninguna mano humana se alzó contra ella; las huestes del cielo
derribaron sus muros para que sólo el nombre de Dios pudiera tener la gloria.
Era aquella la ciudad orgullosa cuyos poderosos baluartes habían aterrorizado a
los espías incrédulos. Ahora con la captura de Jericó, Dios mostró a los
hebreos que si hubieran confiado en él, sus padres podrían haber poseído la
ciudad cuarenta años antes (Ibid.).
La debilidad de los hombres encontrará fuerza y
ayuda sobrenaturales en cada conflicto severo para realizar las hazañas de la
Omnipotencia, y la perseverancia en la fe y la perfecta confianza en Dios
asegurarán el éxito.
Mientras la antigua confederación del mal está
organizada contra ellos, él les manda que sean valientes y fuertes y que luchen
valerosamente porque tienen un cielo que ganar, y tienen en sus filas a Alguien
que es más que un ángel, el poderoso General de los ejércitos que conduce los
ejércitos del cielo.
En ocasión de la toma de Jericó, ninguno de los
ejércitos de Israel pudo alabarse de haber usado su fuerza finita para derribar
los muros de la ciudad, sino que el Príncipe del ejército de Jehová planeó esa
batalla con la mayor sencillez, para que el Señor solo recibiera la gloria y el
hombre no se exaltara a sí mismo. Dios nos ha prometido todo poder; porque la
promesa es para vosotros y vuestros hijos, y para todos los que están muy
distantes, tantos como el Señor llame (Id., págs. 995, 996).
Debe haber una fe y una confianza continuas en el
Capitán de nuestra salvación. Debemos obedecer sus órdenes. Las paredes de
Jericó cayeron como resultado de obedecer órdenes (Id., pág. 996). 119
AUDIO: https://youtube.com/playlist?list=PLVsLdOIe7sVuTjgOEJPr_i4LkG5qpGMMO
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