Jos. 17: 14-17.
Y los hijos de José hablaron a Josué diciendo: ¿Por
qué nos has dado por heredad una sola suerte y una sola parte? (Jos. 17: 14).
Otra reclamación tocante a la repartición de la
tierra reveló un espíritu muy diferente del de Caleb. La presencia de Manasés.
Basándose en la superioridad de su número, estas tribus exigieron una porción
doble de territorio. La que les había tocado en suerte era la más rica de la
tierra e incluía la fértil llanura de Sarón; pero muchas de las ciudades
principales del valle estaban aún en poder de los cananeos, y las tribus,
rehuyendo al trabajo y el peligro que significaba conquistar sus posesiones,
deseaban una porción adicional del territorio ya conquistado. La tribu de
Efraín era una de las más grandes de Israel, y a ella pertenecía el mismo
Josué. "¿Por qué me has dado por heredad una sola suerte y una sola parte,
siendo yo un pueblo tan grande?"
Pero no lograron que el jefe inflexible se apartara de la estricta justicia.
Su respuesta fue: " Si eres pueblo tan grande,
sube tú al monte, y corta para ti allí en la tierra del ferezeo y de los
gigantes, pues que el monte de Efraín es angosto para ti".
La contestación de ellos demostró el verdadero
motivo de su queja: les hacía falta fe y valor para desalojar a los cananeos.
"No bastará a nosotros este monte -dijeron-: y todos los cananeos que
habitan la tierra de la campiña, tienen carros herrados".
El poder del Dios de Israel había sido prometido a
su pueblo, y si los efrainitas hubieran tenido el valor y la fe de Caleb,
ningún enemigo podría oponérseles. Josué encaró firmemente el deseo manifiesto
de ellos de evitar los trabajos y los peligros. Les dijo: " Tu eres gran
pueblo, y tienes gran fuerza; no tendrás una sola suerte; mas aquel monte será
tuyo; que bosque es, y tú lo cortarás, y serán tuyos sus términos: porque tu
echarás al cananeo, aunque tenga carros herrados, y aunque sea fuerte".
Así sus propios argumentos fueron esgrimidos contra ellos. Siendo ellos un gran
pueblo, como alegaban serlo, tenían plena capacidad para abrirse camino, como
sus hermanos. Con la ayuda de Dios, no necesitaban temer los carros herrados
(Patriarcas y Profetas, págs. 549, 550). 125
AUDIO: https://youtube.com/playlist?list=PLVsLdOIe7sVuTjgOEJPr_i4LkG5qpGMMO
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