La percepción y apreciación de la verdad, dijo (Jesús), dependen menos de la mente, que del corazón. La verdad debe ser recibida en el alma; exige el homenaje de la voluntad. Si la verdad pudiese ser sometida a la razón sola, el orgullo no impediría su recepción. Pero ha de ser recibida por la obra de gracia en el corazón; y su recepción depende de que se renuncie a todo pecado revelado por el Espíritu de Dios. DTG 419.
sábado, 14 de julio de 2018
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