Porque ya sabéis qué instrucciones os dimos por el Señor Jesús; pues la voluntad de Dios es vuestra santificación. (1 Tesalonicenses 4:2,3).
En su carta a la iglesia de Éfeso, Pablo les presenta el "misterio del evangelio" (Efesios 6:19), "las inescrutables riquezas de Cristo" (cap. 3:8), y entonces les asegura que elevará sus fervientes oraciones por su prosperidad espiritual:
"Doblo mis rodillas ante el Padre de nuestro Señor Jesucristo... que os dé, conforme a las riquezas de su gloria, el ser fortalecidos con poder en el hombre interior por su Espíritu; para que habite Cristo por la fe en vuestros corazones, a fin de que, arraigados y cimentados en amor, seáis plenamente capaces de comprender con todos los santos cuál sea la anchura, la longitud, la profundidad y la altura, y de conocer el amor de Cristo, que excede a todo conocimiento, para que seáis llenos de toda la plenitud de Dios" (Efesios 3:14, 16-19).
También escribe a sus hermanos corintios, "…santificados en Cristo Jesús... Gracia y paz a vosotros, de Dios nuestro Padre y del Señor Jesucristo. Gracias doy a mi Dios siempre por vosotros, por la gracia de Dios que os fue dada en Cristo Jesús; porque en todas las cosas fuisteis enriquecidos en él, en toda palabra y en toda ciencia; así como el testimonio acerca de Cristo ha sido confirmado en vosotros, de tal manera que nada os falta en ningún don, esperando la manifestación de nuestro Señor Jesucristo" (1Corintios 1:2-7).
Estas palabras son dirigidas no solamente a la iglesia de Corinto, sino a todos los hijos de Dios hasta el fin del tiempo.
Todo cristiano debe gozar la bendición de la santificación.
El apóstol continúa con estas palabras: "Os ruego, pues, hermanos, por el nombre de nuestro Señor Jesucristo, que habléis todos, una misma cosa, y que no haya entre vosotros divisiones, sino que estéis perfectamente unidos en una misma mente y en un mismo parecer" (cap. 1:10).
Pablo no les habría pedido que hicieran algo que fuera imposible.
La unidad es el resultado seguro de la perfección cristiana...
El propio apóstol estaba tratando de alcanzar la misma norma de santidad que les presentó a sus hermanos...
Pablo no vaciló en destacar, en toda oportunidad apropiada, la importancia de la santificación bíblica.
Él dice: "Pues la voluntad de Dios es vuestra santificación" (1 Tesalonicenses 4:3). "Por tanto, amados míos, como siempre habéis obedecido, no como en mi presencia solamente, sino mucho más ahora en mi ausencia... Haced todo sin murmuraciones y contiendas, para que seáis irreprensibles y sencillos, hijos de Dios sin mancha en medio de una generación maligna y perversa, en medio de la cual resplandecéis como luminares en el mundo" (Filipenses 2:12-15).
-La
edificación del carácter, págs. 110-114. RJ90/EGW/MHP 91
AUDIO. https://www.youtube.com/watch?v=BAdDNtxhhTE&list=PLtrFh-HO7ogAse7AivMOQVZcSkRU3uK8P&index=25&pp=sAQB
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