Y dijo el rey a Aspenaz... que trajese de los hijos de Israel, del linaje real de los príncipes, muchachos en quienes no hubiese tacha alguna, de buen parecer, enseñados, en toda sabiduría, sabios en ciencia y de buen entendimiento, e idóneos para estar en el palacio del rey. (Daniel 1:3,4).
El profeta Daniel fue un personaje ilustre. Fue un brillante ejemplo de lo que los hombres pueden llegar a ser cuando se unen con el Dios de toda sabiduría.
Se nos ha dejado un breve relato de la vida de este santo hombre de Dios para ánimo de aquellos que en lo sucesivo sean llamados a soportar pruebas y tentaciones.
Cuando el pueblo de Israel, su rey, sus nobles y sacerdotes, fueron llevados, a la cautividad, se eligieron de entre ellos cuatro personas para servir en la corte del rey de Babilonia. Uno de éstos era Daniel, quien en su temprana juventud prometía llegar a la notable capacidad desarrollada en los años posteriores.
Estos jóvenes eran todos de principesco abolengo, y
se los describe como muchachos en quienes no había "tacha alguna, de buen
parecer, enseñados en toda sabiduría, sabios en ciencia y de buen
entendimiento, e idóneos para estar en el palacio del rey".
Percibiendo los talentos superiores de estos jóvenes cautivos, el rey Nabuconodosor determinó prepararlos para ocupar importantes posiciones en su reino. A fin de que pudieran estar plenamente capacitados para la vida en la corte, de acuerdo con la costumbre oriental había de enseñárseles el idioma de los caldeos, y debían estar sujetos durante tres años a un curso completo de disciplina física e intelectual.
Los jóvenes que se hallaban en esta escuela de preparación no solamente debían ser admitidos en el palacio real, sino se había hecho provisión para que comieran de la carne y bebieran del vino de la mesa del rey...
Entre las viandas colocadas ante el rey se hallaba la carne de cerdo y otras carnes declaradas inmundas por la ley de Moisés, y que a los hebreos les habían sido expresamente prohibidas como alimento.
Aquí Daniel fue colocado en una severa prueba.
¿Se adheriría él a las enseñanzas de sus padres concernientes a las carnes y bebidas, y ofendería al rey y probablemente perdería no solamente su posición sino su vida?
¿O desobedecería el mandamiento del Señor, y retendría el favor del rey, obteniendo así grandes ventajas intelectuales y las más halagüeñas perspectivas mundanas?
Daniel no dudó por mucho tiempo. Decidió permanecer firme en su integridad, cualquiera fuera el resultado. "Propuso en su corazón no contaminarse con la porción de la comida del rey, ni con el vino que él bebía" (Daniel 1:8)... Daniel... hizo de Dios su fortaleza, y el temor del Señor estaba constantemente delante de él en todas las transacciones de la vida. La edificación del carácter, págs. 21-24. RJ77/EGW/MHP 78
AUDIO. https://www.youtube.com/watch?v=I0QWwUxCzgs&list=PLtrFh-HO7ogAse7AivMOQVZcSkRU3uK8P&index=12&pp=sAQB
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