Los labios del justo apacientan a muchos. (Prov. 10: 21).
A pesar de la iniquidad que prevalecía, había un número de hombres santos, ennoblecidos y elevados por la comunión con Dios, que vivían en compañerismo con el cielo. Eran hombres de poderoso intelecto, que habían realizado obras admirables. Tenían una santa y gran misión; a saber, desarrollar un carácter justo y enseñar una lección de piedad, no sólo a los hombres de su tiempo, sino también a las generaciones futuras. Sólo algunos de los más destacados se mencionan en las Escrituras; pero a través de todos los tiempos, Dios tuvo testigos fieles y adoradores sinceros
(Patriarcas y Profetas, pág. 71).
¡Cuán a menudo los que confiaron en la Palabra de Dios,
aunque eran en sí mismos completamente impotentes,
han resistido el poder del mundo entero!
Enoc, de corazón puro y vida santa, puso su fe en el triunfo de la justicia contra una generación corrupta y mofadora;
Noé y su casa resistieron a los hombres de su época, hombres de mucha fuerza física y mental y de la más degradada moralidad; los hijos de Israel, que junto al mar Rojo no eran más que una multitud indefensa y aterrorizada de esclavos, resistieron al más poderoso ejército de la más poderosa nación del globo;
David, siendo tan sólo un pastorcillo que tenía la promesa del trono dada por Dios, resistió a Saúl, el monarca reinante, dispuesto a no ceder su poder. El mismo hecho se destaca en el caso de Sadrac y sus compañeros en el horno de fuego, y Nabucodonosor en el trono; Daniel entre los leones, y sus enemigos en los puestos elevados del reino; Jesús en la cruz, y los sacerdotes y príncipes judíos forzando al gobernador romano para que hiciese su voluntad;
Pablo encadenado y llevado a sufrir la muerte de un criminal, y Nerón, déspota de un imperio mundial.
No sólo en la Biblia se encuentran estos ejemplos. Abundan en los anales del progreso humano.
Los valdenses y los hugonotes, Wiclef y Hus, Jerónimo y Lutero, Tyndale y Knox, Zinzendorf y Wesley, y multitudes más, han dado testimonio del poder de la Palabra de Dios contra el poder y el proceder humanos que apoyan el mal. Estos constituyen la verdadera nobleza del mundo. Constituyen su realeza. Los jóvenes de hoy día son llamados a ocupar sus lugares. (La Educación, pág. 248). EGW MHP
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