Los que aran iniquidad y siembran injuria, la siegan. (Job 4: 8).
Como agente educativo, ninguna parte de la Biblia es de mayor valor que sus biografías. Estas biografías diferente de todas las demás en que son absolutamente fieles a la realidad. Es imposible que una mente finita interprete exactamente, en todas las cosas, las operaciones de otra. Solamente Aquel que lee el corazón, que discierne la fuente secreta de los motivos y de las acciones, puede delinear con absoluta fidelidad el carácter, o dar una fiel descripción de una vida humana. Sólo en la Palabra de Dios se encuentra una descripción tal.
No hay verdad tan claramente enseñada por la Biblia como la de que lo que hacemos, es resultado de lo que somos. En gran parte, los incidentes de la vida, son el fruto de nuestros propios pensamientos y acciones.
"La maldición no viene sin causa" (Prov. 26:2). "Decid al justo que le irá bien. . . ! Ay del malo! pues mal le irá; porque la recompensa de lo que han hecho sus manos le será dada" (Isa. 3: 10, 11). "¡Escucha, oh tierra! He aquí que voy a traer el mal sobre este pueblo, es a saber el fruto de sus mismos pensamientos" (Jer. 6: 19).
Es terrible esta verdad y debería ser profundamente inculcada. Toda acción reacciona sobre el que la ejecuta. Nunca un ser humano puede dejar de reconocer, en los males que aquejan su vida, el fruto de su propia siembra.
Sin embargo, no estamos sin esperanza.
Jacob recurrió al fraude para obtener el derecho de la primogenitura que ya le correspondía según la promesa de Dios, y la cosecha que recogió fue el odio de su hermano. Durante los veinte años de destierro fue defraudado. . .
Pero Dios dice: ". . . Yo he visto sus caminos, y le sanaré" (Isa. 57: 18). Jacob no fue abrumado por su pena. Se había arrepentido, había tratado de expiar el mal hecho a su hermano. Y cuando se vio amenazado de muerte a causa de la ira de Esaú, buscó ayuda en Dios... "Lloró y le hizo suplicación" (Ose. 12: 4). "Y le bendijo allí"
(Gén. 32: 29). ...Había quebrantado el poder del mal de su propia naturaleza; había sido transformado su carácter. . .
Dios no anula sus leyes. No obra contrariamente a ellas. No deshace la obra del pecado, pero la transforma. Por medio de su gracia, la maldición se convierte en bendición (La Educación, págs. 141-143). EGW MHP
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