Cuando fue llamado al trono, Saúl tenía una opinión muy humilde de su propia capacidad, y se dejaba instruir. Le faltaban conocimientos y experiencia, y tenía graves defectos de carácter. Pero el Señor le concedió el Espíritu Santo para guiarle y ayudarle, y le colocó donde podía desarrollar las 686 cualidades requeridas para ser soberano de Israel. Si hubiera permanecido humilde, procurando siempre ser dirigido por la sabiduría divina, habría podido desempeñar los deberes de su alto cargo con éxito y honor. Bajo la influencia de la gracia divina, toda buena cualidad habría ido ganando fuerza, mientras que las tendencias pecaminosas habrían perdido su poder. Tal es la obra que el Señor se propone hacer en beneficio de todos los que se consagran a él.
Son muchos los que él llamó a ocupar cargos en su obra porque tienen un espíritu humilde y dócil. En su providencia los coloca donde pueden aprender de él. Les revelará los defectos de carácter que tengan, y a todos los que busquen su ayuda, les dará fuerza para corregir sus errores.
Pero Saúl se vanaglorió de su ensalzamiento, y deshonró a Dios por su incredulidad y desobediencia. Aunque al ser llamado a ocupar el trono era humilde y dudaba de su capacidad, el éxito le hizo confiar en sí mismo. La primera victoria de su reinado encendió en su corazón aquel orgullo que era su mayor peligro. El valor y la habilidad militar que manifestó en la liberación de Jabes-Galaad despertaron el entusiasmo de toda la nación. El pueblo honró a su rey, olvidándose de que no era sino el agente por medio de quien Dios había obrado; y aunque al principio Saúl dio toda la gloria a Dios, más tarde se atribuyó el honor. Perdió de vista el hecho de que dependía de Dios, y en su corazón se apartó del Señor. Así se preparó para cometer su pecado de presunción y sacrilegio en Gilgal.
La misma confianza ciega en sí mismo le condujo a rechazar la reprensión de Samuel. Saúl reconocía que Samuel era un profeta enviado de Dios; por consiguiente, debiera haber aceptado el reproche, aunque él mismo no pudiese ver que había pecado. Si se hubiera mostrado dócil para ver y confesar su error, esta amarga experiencia le habría resultado en una salvaguardia para el futuro.
Si el Señor se hubiera separado enteramente de Saúl, no le habría hablado otra vez por medio de su profeta, ni le habría 687 confiado una obra definida que hacer, para que corrigiera sus errores pasados. Cuando un profeso hijo de Dios se vuelve descuidado en el cumplimiento de la voluntad de su Padre, e induce así a otros a que sean irreverentes y desprecien los mandamientos de Dios, hay todavía una posibilidad de que sus fracasos se truequen en victorias si tan sólo acepta la reprensión con verdadera contrición de alma, y se vuelve hacia Dios con humildad y fe. La humillación de la derrota resulta a menudo en una bendición al mostrarnos nuestra incapacidad para hacer la voluntad de Dios sin su ayuda.
CUANDO SAÚL SE DESVIÓ DE LA REPRENSIÓN que le mandó el Espíritu Santo de Dios, y persistió en justificarse obstinadamente, rechazó el único medio por el cual Dios podía obrar para salvarle de sí mismo. Se había separado voluntariamente de Dios. No podía recibir ayuda ni dirección de Dios antes de volver a él mediante la confesión de su pecado.
En Gilgal, Saúl había aparentado ser muy concienzudo, cuando ante el ejército de Israel ofreció un sacrificio a Dios. Pero su piedad no era genuina. Un servicio religioso realizado en oposición directa al mandamiento de Dios, sólo sirvió para debilitar las manos de Saúl y le colocó en una posición tal que no podía recibir la ayuda que Dios quería tanto otorgarle.
EN LA EXPEDICIÓN CONTRA AMALEC, Saúl creyó que había hecho cuanto era esencial entre todo lo que el Señor le había mandado; pero al Señor no le agradó la obediencia parcial, ni quiso pasar por alto lo que se había descuidado por un motivo tan plausible.
Dios no le ha dado al hombre la libertad de apartarse de sus mandamientos. El Señor había declarado a Israel: "No haréis ... cada uno lo que le parece," sino "guarda y escucha todas estas palabras que yo te mando." (Deut. 12: 8, 28.) Al decidir sobre cualquier camino a seguir, no hemos de preguntarnos si es previsible que de él resultará algún daño, sino más bien si está de acuerdo con la voluntad de Dios, "Hay camino que al hombre parece derecho; empero su fin son caminos de muerte." (Prov. 14: 12.) 688
"El obedecer es mejor que los sacrificios." Las ofrendas de los sacrificios no tenían en sí mismas valor alguno a los ojos de Dios. Estaban destinadas a expresar, por parte del que las ofrecía, arrepentimiento del pecado y fe en Cristo, y a prometer obediencia futura a la ley de Dios. Pero sin arrepentimiento, ni fe ni un corazón obediente, las ofrendas no tenían valor. Cuando, violando directamente el mandamiento de Dios, Saúl se propuso presentar en sacrificio lo que Dios había dispuesto que fuese destruido, despreció abiertamente la autoridad divina. El sacrificio hubiera sido un insulto para el Cielo.
No obstante conocer el relato del pecado de Saúl y sus resultados, ¡cuántos siguen una conducta parecida! Mientras se niegan a creer y obedecer algún mandamiento del Señor, perseveran en ofrecer a Dios sus servicios religiosos formales. No responde el Espíritu de Dios a tal servicio. Por celosos que sean los hombres en su observancia de las ceremonias religiosas, el Señor no las puede aceptar si ellos persisten en violar deliberadamente uno de sus mandamientos.
"Como pecado de adivinación es la rebelión, y como ídolos e idolatría el infringir." La rebelión tuvo su origen en Satanás, y toda rebelión contra Dios se debe directamente a las influencias satánicas. Los que se oponen al gobierno de Dios se han aliado con el caudillo de los apóstatas, y éste ejercerá su poder y astucia para cautivar los sentidos de ellos y descarriar su entendimiento. Hará que todo aparezca bajo una luz falsa.
Como nuestros primeros padres, los que están bajo el dominio de su hechizo ven sólo los grandes beneficios que han de recibir por su transgresión. No puede darse mayor evidencia del poder engañador de Satanás que el hecho de que muchos que son dirigidos por él se engañan a sí mismos con la creencia de que están en el servicio de Dios.
CUANDO CORÉ, DATÁN Y ABIRAM se rebelaron contra la autoridad de Moisés, creyeron que sólo se estaban oponiendo a un jefe humano, a un hombre como ellos mismos; y llegaron a creer que estaban realmente haciendo la voluntad 689 de Dios. Pero al rechazar el instrumento escogido por Dios, rechazaron a Cristo; e insultaron al Espíritu de Dios.
ASÍ, EN LOS DÍAS DE CRISTO, los escribas y ancianos judíos, que profesaban ser muy celosos por el honor de Dios, crucificaron a su Hijo. El mismo espíritu existe todavía en los corazones de los que insisten en seguir su propia voluntad en oposición a la voluntad de Dios.
Saúl había tenido pruebas abundantes de que Samuel era inspirado por Dios. Al atreverse a desobedecer el mandamiento que Dios le había dado por el profeta, obró contra los dictados de la razón y del sano juicio. Su presunción fatal debe atribuirse al hechizo satánico. Saúl había demostrado gran celo en el exterminio de la idolatría y de la hechicería; no obstante, en su desobediencia al mandamiento divino había sido instigado por el mismo espíritu de oposición a Dios que animaba a los que practicaban la hechicería, y había sido tan realmente inspirado por Satanás como ellos; y cuando fue reprendido por ello, sumó la obstinación a la rebelión. No podría haber hecho mayor insulto al Espíritu de Dios si se hubiera unido abiertamente con los idólatras.
Pasar por alto los reproches y las advertencias de la palabra de Dios o de su Espíritu, es un paso peligroso. Muchos, como Saúl, ceden a la tentación hasta que se ponen ciegos y no pueden ver el carácter verdadero del pecado. Se jactan de que tenían algún buen propósito en vista, y que no han hecho ningún daño al apartarse de las instrucciones de Dios. Así desprecian el Espíritu de la gracia hasta que ya no oyen su voz, y él los deja entregados a los engaños que han escogido.
EN SAÚL DIOS HABÍA DADO A LOS ISRAELITAS UN REY SEGÚN EL CORAZÓN DE ELLOS, como dijo Samuel cuando le fue confirmado el reino a Saúl en Gilgal: "Ahora pues, ved aquí vuestro rey que habéis elegido." (1 Sam. 12: 13.) Bien parecido, de estatura noble y de porte principesco, tenía una apariencia en un todo de acuerdo con el concepto que ellos tenían de la dignidad real; y su valor personal y su pericia en la dirección de los ejércitos 690 eran las cualidades que ellos consideraban como las mejor calculadas para obtener el respeto y el honor de otras naciones.
Les interesaba muy poco que su rey tuviera las cualidades superiores que eran las únicas capaces de habilitarle para gobernar con justicia y con equidad. No pidieron un hombre que tuviera verdadera nobleza de carácter, y que amara y temiera a Dios. No buscaron el consejo de Dios acerca de las cualidades que su gobernante debía tener para que ellos pudieran conservar su carácter distintivo y santo como pueblo escogido del Señor. No buscaron el camino de Dios, sino el propio. Por lo tanto, Dios les dio un rey como lo querían, uno cuyo carácter reflejaba el de ellos mismos. El corazón de ellos no se sometía a Dios, y su rey tampoco era subyugado por la gracia divina. Bajo el gobierno de este rey, IBAN A OBTENER la experiencia necesaria para que pudieran ver su error, y volver a ser leales a Dios.
Sin embargo, habiendo el Señor encargado a Saúl la responsabilidad del reino, no le abandonó ni le dejó solo. Hizo que el Espíritu Santo se posara en Saúl para que le revelara su propia debilidad y su necesidad de la gracia divina; y si Saúl hubiera fiado en Dios, el Señor habría estado con él. Mientras la voluntad de Saúl fue dominada por la voluntad de Dios, mientras cedió a la disciplina de su Espíritu, Dios pudo coronar sus esfuerzos de éxito. Pero cuando Saúl escogió obrar independientemente de Dios, el Señor no pudo ya ser su guía, y se vio obligado a hacerle a un lado. Entonces llamó a su trono a un "varón según su corazón" (1 Sam. 13: 14), no a uno que no tuviera faltas en su carácter, sino a uno que, en vez de confiar en sí mismo, dependería de Dios, y sería guiado por su Espíritu; que, cuando pecara, se sometería a la reprensión y la corrección. PP/EGW
*Cuando se habla del nuevo Israel. La palabra inspirada dice así: “Mas vosotros sois linaje escogido, real sacerdocio, nación santa, pueblo adquirido por Dios, para que anunciéis las virtudes de aquel que os llamó de las tinieblas a su luz admirable. 1 Pedro 2:9. Igual como dijo al Israel antiguo. Éxodo 19:5,6. Tomando esas bendiciones. Debemos considerar lo que fue la vida de Saúl, para valor nuestro legado y vivir a la altura de los requerimientos divinos. Amen. Ministerio Hno. Pio
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