32 Y dijo David a Saúl: No desmaye el corazón de ninguno a causa de él; tu siervo irá y peleará contra este filisteo. 33 Dijo Saúl a David: No podrás tú ir contra aquel filisteo, para pelear con él; porque tú eres muchacho, y él un hombre de guerra desde su juventud. 34 David respondió a Saúl: Tu siervo era pastor de las ovejas de su padre; y cuando venía un león, o un oso, y tomaba algún cordero de la manada, 35 salía yo tras él, y lo hería, y lo libraba de su boca; y si se levantaba contra mí, yo le echaba mano de la quijada, y lo hería y lo mataba. 36 Fuese león, fuese oso, tu siervo lo mataba; y este filisteo incircunciso será como uno de ellos, porque ha provocado al ejército del Dios viviente. 37 Añadió David: Jehová, que me ha librado de las garras del león y de las garras del oso, él también me librará de la mano de este filisteo. Y dijo Saúl a David: Ve, y Jehová esté contigo. (1 Samuel 17).
32. Dijo David a Saúl. ¡Qué contraste: un humilde pastorcillo animando a tan experimentado y exitoso guerrero de Israel! Saúl, el único gigante de Israel (cap. 10:23), comprendía que él debería haber sido quien aceptara el desafío de Goliat. Pero su conciencia culpable lo hacía temeroso.
Si hubiese habido amor de Dios en su corazón eso habría sido suficiente PARA EXPULSAR TODO TEMOR; pero no habitaba en él nada del amor de Dios. En su lugar sólo había el "tormento" de una conciencia culpable (ver 1 Juan 2: 5; 4: 18). Por el contrario, David irradiaba aquel espíritu de genuino optimismo y valor que es la insignia de "una conciencia sin ofensa ante Dios y ante los hombres" (Hech. 24: 16; cf. Sal. 51: 10, 11). era tan valiente como Saúl era cobarde.
36. Ha provocado. David era celoso del buen nombre de Israel y del Dios de Israel, como lo había sido Moisés antes de él (Exo. 32: 12, 13; Núm. 14:13-16; Deut. 9: 26-29; cf. Eze. 20: 9). La inactividad del pueblo de Dios en un tiempo de vergüenza y crisis era más de lo que David podía soportar.
37. Me librará. Una vez Saúl había pedido grandes cosas de Dios y había intentado grandes cosas para él. Sin embargo, después que el orgullo y la gloria del yo le habían llenado el corazón, le parecía insuperable cada obstáculo. En su esfuerzo por vindicarse se había olvidado de que todo es posible con Dios. La mejor forma en que Dios podía impresionarlo con su falta era permitiendo que en David se repitiera la protección providencial con que Dios lo había amparado en el pasado. El Espíritu de Dios una vez se había posesionado de Saúl. Ahora tendría la oportunidad de ver lo que él mismo podría haber sido si no se hubiera rebelado contra aquel Espíritu.
SAÚL OTRA VEZ ESTABA EN UN DILEMA. Si rehusaba que luchara David, el ejército esperaría que él, como rey, fuera el paladín de su causa. Si dejaba que luchara David, y Goliat lo mataba, se habría perdido la batalla e Israel otra vez estaría bajo el yugo de los filisteos. Para salvar su propia vida y reputación Saúl envió a David al combate. Pero el mismo medio que usó Saúl en un esfuerzo por salvar su reputación como rey y caudillo resultó en su pérdida (cap. 18: 6-9). Resultó evidente que sin Dios, Saúl era incapaz de afrontar a sus enemigos (cap. 14: 24; cf. 15: 23) y que eran de Dios las victorias pasadas por las cuales él había recibido la reputación. 2 CBA
*No hay un medio más permanente y efectivo en sostener y desarrollar la fe en Dios. Cuando aprendemos por experiencia propia del amor de Dios en nuestras luchas y pruebas.
DAVID, tenía una experiencia real y viva de su fe. Por eso convenció al rey que le dejará luchar. Y luchó y venció. Siendo el defensor y héroe de la fe. Ministerio Hno. Pio