Gén 4: 1-5.
Por la fe Abel ofreció a Dios más excelente sacrificio que Caín, por lo cual alcanzó testimonio de que era justo, dando Dios testimonio de sus ofrendas; y muerto, aún habla por ella (Heb. 11: 4).
Caín y Abel, los hijos de Adán, eran muy distintos en carácter. Abel poseía un espíritu de lealtad hacia Dios; veía justicia misericordia en el trato del Creador hacia la raza caída, y aceptaba agradecido la esperanza de la redención. Pero Caín abrigaba sentimientos de rebelión y murmuraba contra Dios, a causa de la maldición pronunciada sobre la tierra y sobre la raza humana por el pecado de Adán. Permitió que su mente se encauzara en la misma dirección que los pensamientos que hicieron caer a Satanás, quien había alentado el deseo de ensalzarse y puesto en tela de juicio la justicia y autoridad divinas. . .
Los dos hermanos levantaron altares semejantes, y cada uno de ellos trajo una ofrenda. Abel presentó un sacrificio de ganado conforme a las instrucciones del Señor. "Y miro Jehová con agrado a Abel y a su ofrenda" (Gén. 4: 4).
Desendio fuego del cielo y consumió la víctima. Pero Caín desobedeciendo el directo y expreso mandamiento del Señor, presentó sólo una ofrenda de frutos. No hubo señal del cielo de que este sacrificio fuera aceptado. . .
Abel comprendía los grandes principios de la redención. Veía que era pecador, y que el pecado y su pena de muerte se interponían entre su alma y la comunión con Dios. Trajo la víctima inmolada, la vida sacrificada, y así reconoció las demandas de la ley que había sido quebrantada. En la sangre derramada contempló el futuro sacrificio, a Cristo muriendo en la cruz del Calvario; y al confiar en la expiación que iba a realizarse allí, obtuvo testimonio de que era justo, y de que su ofrenda había sido aceptada.
Caín tuvo la misma oportunidad que Abel para aprender y aceptar estas verdades. No fue víctima de un propósito arbitrario. No fue elegido un hermano para ser aceptado y el otro para ser desechado. Abel eligió la fe y la obediencia; Caín, en cambio, escogió la incredulidad y la rebelión. Todo dependió de esta elección (Patriarcas y Profetas. 58-60). 25
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