Mat. 14:23-33.
¡Hombre de poca fe! ¿Por
qué dudaste? (Mat. 14:31).
Mirando a Jesús, Pedro
andaba con seguridad; pero cuando con satisfacción propia, miró hacia atrás, a
sus compañeros que estaban en el barco, sus ojos se apartaron del Salvador. El
viento era borrascoso. Las olas se elevaban a gran altura. . .
Durante un instante,
Cristo quedó oculto de su vista, y su fe le abandonó. Empezó a hundirse. Pero
mientras las ondas hablaban con la muerte, Pedro elevó sus ojos de las airadas
aguas y fijándolos en Jesús, exclamó: "Señor, sálvame". Inmediatamente
Jesús asió la mano extendida, diciéndole: "Oh hombre de poca fe, ¿por qué
dudaste?"
Andando lado a lado, y
teniendo Pedro su mano en la de su Maestro, entraron juntos en el barco. Pero
Pedro estaba ahora subyugado y callado. No tenía motivos para alabarse más que
sus compañeros, porque por la incredulidad y el ensalzamiento propio, casi
había perdido la vida. Cuando apartó sus ojos de Jesús, perdió pie y se hundía
en medio de las ondas.
Cuando la dificultad
nos sobreviene, con cuánta frecuencia somos como Pedro. Miramos las olas en vez
de mantener nuestros ojos fijos en el Salvador. Nuestros pies resbalan, y las
orgullosas aguas sumergen nuestras almas.
Jesús no le había
pedido a Pedro que fuera a él para perecer; él no nos invita a seguirle para
luego abandonarnos. . . En este incidente sobre el mar, deseaba revelar a Pedro
su propia debilidad, para mostrarle que su seguridad estaba en depender constantemente
del poder divino.
En medio de las
tormentas de la tentación, podía andar seguramente tan solo si, desconfiando
totalmente de sí mismo, fiaba en el Salvador. En el punto en que Pedro se creía
fuerte, era donde era débil; y hasta que pudo discernir su debilidad no pudo
darse cuenta de cuánto necesitaba depender de Cristo. Si él hubiese aprendido
la lección que Jesús trataba de enseñarle en aquel incidente sobre el mar, no
habría fracasado cuando le vino la gran prueba.
Día tras día, Dios
instruye a sus hijos. Por las circunstancias de la vida diaria, los está
preparando para desempeñar su parte en aquel escenario más amplio que su
providencia les ha designado. Es el resultado de la prueba diaria lo que
determina su victoria o su derrota en la gran crisis de la vida (DTG. 344, 345). 311
AUDIO: https://youtube.com/playlist?list=PLVsLdOIe7sVtrbL52hGjPNaJMDGwACpWZ