domingo, 29 de enero de 2023

29. “CRISTO REVELO LAS IMPERECEDERAS RIQUEZAS DEL CIELO” (I. REFLEJEMOS A JESÚS EN SU HUMANIDAD) EGW.

El Espíritu de Jehová el Señor está sobre mí, porque me ungió Jehová; me ha enviado a predicar buenas nuevas a los abatidos, a vendar a los quebrantados de corazón. (Isaías 61:1).

Jamás hubo evangelista como Cristo. Él era la Majestad del cielo; pero se humilló hasta tomar nuestra naturaleza para ponerse al nivel de los hombres. 

A todos, ricos y pobres, libres y esclavos, ofrecía Cristo, el Mensajero del pacto, las nuevas de la salvación. 

Su fama de médico incomparable cundía por toda Palestina. A fin de pedirle auxilio, los enfermos acudían a los sitios por donde iba a pasar. 

Allí también acudían muchos que anhelaban oír sus palabras y sentir el toque de su mano.

Así iba de ciudad en ciudad, de pueblo en pueblo, predicando el Evangelio y sanando a los enfermos, el que era Rey de gloria revestido del humilde ropaje de la humanidad.

Asistía a las grandes fiestas de la nación, y a la multitud absorta en las ceremonias externas hablaba de las cosas del cielo y ponía la eternidad a su alcance. 

A todos les traía tesoros sacados del depósito de la sabiduría. Les hablaba en lenguaje tan sencillo que no podían dejar de entenderlo. 

Valiéndose de métodos peculiares, lograba aliviar a los tristes y afligidos. 

Con gracia tierna y cortés, atendía a las almas enfermas de pecado y les ofrecía salud y fuerza...

¡Qué vida atareada era la suya! Día tras día se le podía ver entrando en las humildes viviendas de los menesterosos y afligidos para dar esperanza al abatido y paz al angustiado. 

Henchido de misericordia, ternura y compasión, levantaba al agobiado y consolaba al afligido. Por doquiera iba, llevaba la bendición.

Mientras atendía al pobre, Jesús buscaba el modo de interesar también al rico. Buscaba el trato con el acaudalado y culto fariseo, con el judío de noble estirpe y con el gobernante romano. 

Aceptaba las invitaciones de unos y otros, asistía a sus banquetes, se familiarizaba con sus intereses y ocupaciones para abrirse camino a sus corazones y darles a conocer las riquezas imperecederas.

Cristo vino al mundo para enseñar que si el hombre recibe poder de lo alto, puede llevar una vida intachable. 

Con incansable paciencia y con simpática prontitud para ayudar, hacía frente a las necesidades de los hombres. 

Mediante el suave toque de su gracia desterraba de las almas las luchas y dudas; cambiaba la enemistad en amor y la incredulidad en confianza...

A su voz el espíritu de avaricia y ambición huía del corazón, y los hombres se levantaban, libertados, para seguir al Salvador. 

El ministerio de curación, págs. 14, 15. RJ35/EGW/MHP 36

AUDIO. https://www.youtube.com/watch?v=eQW-L_DRpdA&list=PLtrFh-HO7ogAQRUFvkOyvYEFpjjoDg9Aq&index=30&pp=sAQB

 

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