Porque siete veces cae
el justo, y vuelve a levantarse; más los impíos caerán en el mal. (Prov. 24:16).
La pluma inspirada,
fiel a su tarea, nos habla de los pecados que vencieron a Noé, Lot, Moisés, Abrahán,
David y Salomón, y hasta nos cuenta que aun el enérgico espíritu de Elías se
abatió bajo la tentación durante su terrible prueba.
Están fielmente registradas la desobediencia de Jonás y la idolatría de Israel.
La negación de
Pedro, la aguda contienda que hubo entre Pablo y Bernabé, las flaquezas de los
profetas y los apóstoles, todo queda revelado. . .
Ante nosotros se expone
la vida de los creyentes, con todos sus defectos e insensateces, que están
destinados a ser una lección para todas las generaciones que los habían de
seguir. Si hubiesen sido perfectos, habrían sido sobrehumanos, y nuestra
naturaleza pecaminosa nos haría desesperar de llegar jamás a tal punto de
excelencia.
Pero Al Ver cómo
lucharon y cayeron, cómo cobraron nuevamente ánimo y vencieron por la gracia de
Dios, cobramos aliento para avanzar contra los obstáculos que la naturaleza
degenerada coloca en nuestro camino.
Dios ha sido siempre
fiel en castigar el crimen. Envió a sus profetas para amonestar a los
culpables, denunciar sus pecados y pronunciar juicio contra ellos. . .
Necesitamos precisamente las lecciones que la Biblia nos da, porque juntamente con la revelación del pecado, está registrada la retribución que sigue.
El pesar y la
penitencia del culpable, el llanto del alma enferma de pecado, llegan del
pasado hasta nosotros, diciéndonos que el hombre necesitaba entonces como ahora
la gracia perdonadora de Dios. . .
La historia bíblica
sostiene el corazón que desmaya con la esperanza de la misericordia divina. No
necesitamos desesperarnos cuando vemos que otros lucharon con desalientos
semejantes a los nuestros, cayeron en tentaciones como nosotros, y sin embargo
recobraron sus fuerzas y recibieron bendición de Dios.
Las palabras de la
inspiración consuelan y alientan al alma que yerra. Aunque los patriarcas y los
apóstoles estuvieron sujetos a las flaquezas humanas, por la fe obtuvieron buen
renombre, pelearon sus batallas con la fuerza del Señor y vencieron
gloriosamente. Así también podemos nosotros confiar en la virtud del sacrificio
expiatorio y ser vencedores en el nombre de Jesús (1JT 439, 440, 443). 369
AUDIO: https://youtube.com/playlist?list=PLVsLdOIe7sVu_woi2DfieJHymOtiZOJzF
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