Gén. 7.
Y sucedió que al séptimo día las aguas del diluvio vinieron sobre la tierra. (Gén. 7: 10).
Durante siete días después que Noé y su familia hubieron entrado en el arca, no aparecieron señales de la inminente tempestad. Durante ese tiempo se probó su fe. Fue un momento de triunfo para el mundo exterior. La aparente tardanza confirmaba la creencia de que el mensaje de Noé era un error y que el diluvio no ocurriría. A pesar de las solemnes escenas que habían presenciado. . . continuaron las burlas y orgías, y hasta se mofaron los hombres de las manifiestas señales del poder de Dios. Se reunieron en multitudes alrededor del arca para ridiculizar a sus ocupantes con una audacia violenta que no se habían atrevido a manifestar antes (Patriarcas y Profetas, págs. 86, 87).
Al fin de los siete días comenzaron a juntarse nubes. Esto era algo nuevo para la gente que nunca había visto nubes. . . Pronto la lluvia comenzó a caer. Todavía la gente trató de pensar que esto no era nada alarmante. . . Por un tiempo el suelo absorbió la lluvia; pero pronto comenzó a subir el agua, y cada día el nivel estaba más alto. Por la mañana cuando la gente veía que la lluvia seguía cayendo, se miraban con desesperación, y cada noche repetían: "¡Aún llueve!" (Signs of the Times, 10/4/1901).
La gente presenció primeramente la destrucción de las obras de sus manos. Sus espléndidos edificios, sus bellos jardines y alamedas donde habían colocado sus ídolos, fueron destruidos por los rayos, y sus escombros fueron diseminados...
El terror de los hombres y los animales era indescriptible. Por encima del rugido de la tempestad podían escucharse los lamentos de un pueblo que había despreciado la autoridad de Dios. . .
En aquella terrible hora vieron que la transgresión de la ley de Dios había ocasionado su ruina. Pero, si bien por temor al castigo reconocían su pecado, no sentían verdadero arrepentimiento ni verdadera repugnancia hacia el mal. Habrían vuelto a su desafío contra el cielo, si se les hubiese librado del castigo. Así también cuando los juicios de Dios caigan sobre la tierra antes del diluvio de fuego, los impíos sabrán exactamente en qué consiste su pecado: en haber menospreciado su santa ley. Sin embargo, su arrepentimiento no será más genuino que el de los pecadores del mundo antiguo (Patriarcas y Profetas, págs. 87, 88). 41
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