1 Sam. 25: 36-39.
No os venguéis vosotros mismos, amados míos, sino
dejad lugar a la ira de Dios; porque escrito está: mía es la venganza, yo
pagaré, dice el Señor. (Rom. 12:19).
Aunque Nabal había desatendido al grupo necesitado
compuesto por David y sus hombres, esa misma noche ofreció una fiesta dispendioso
para sí mismo y sus amigos bulliciosos, y se excedió en comer y beber hasta
hundirse en un estupor de borracho (Manuscrito 17, 1891).
A Nabal no le preocupaba gastar una cantidad
exorbitante de su fortuna en complacerse y glorificarse a sí mismo; pero le
parecía un sacrificio demasiado penoso compensar a los que habían sido como un
muro para sus rebaños y manadas con algo que no afectaría mayormente su
presupuesto. Nabal era como el hombre rico de la parábola. Tenía sólo un
pensamiento: usar los dones misericordiosos de Dios para complacer sus
egolátricos apetitos sensuales. No tenía un pensamiento de gratitud para el
Dador. No era rico para con Dios porque el tesoro eternal no le atraía. El
pensamiento absorbente de su vida era la riqueza presente, la ganancia
presente. Eso era su dios (Bible Commentary, T2 págs. 1021, 1022).
Nabal era un cobarde; y cuando se dio cuenta de
cuán cerca su tontería le había llevado de una muerte repentina, quedó como herido
de un ataque de parálisis. Temeroso de que David continuase con su propósito de
venganza, se llenó de horror, y cayó en una condición de insensibilidad
inconsciente. Diez días después falleció. La vida que Dios le había dado, sólo
había sido una maldición para el mundo.
En medio de su alegría y regocijo, Dios le había dicho, como le dijo al
rico de la parábola: "Esta noche vuelven a pedir tu alma" (Luc. 12:
20) (Patriarcas y Profetas, pág. 725).
Cuando David se enteró de la muerte de Nabal,
agradeció a Dios que había tomado la venganza en sus propias manos.
Había sido alejado del mal, y el Señor había
devuelto la maldad del impío sobre su propia cabeza. Al observar en este
incidente la forma en que trató Dios con Nabal y David, los hombres pueden
sentirse alentados a poner sus casos en las manos de Dios, que en el momento apropiado
él arreglará las cosas (SDA Bible Commentary, tomo 2, pág. 1022). 171
AUDIO: https://youtube.com/playlist?list=PLVsLdOIe7sVuozPJtDXwpVnSKXr1hJGB-
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