Gén. 39: 13-23.
Afligieron sus pies con grillos; en cárcel fue puesta su persona. Hasta la hora que se cumplió su palabra, el dicho de Jehová le probó (Sal. 105: 18, 19).
La fiel integridad de José lo condujo a la pérdida de su reputación y su libertad. Esta es la prueba más severa a la que están sujetos los virtuosos y temerosos de Dios: el vicio parece prosperar mientras que la virtud es pisoteada en el polvo. . . La religión de José preservó la dulzura de su temperamento y sus sentimientos de cálida y fuerte simpatía hacia la humanidad, no obstante todas sus pruebas. . . Apenas se incorpora a la vida de presión, saca a relucir todo el fulgor de sus principios cristianos en ejercicio activo; comienza a ser útil a los demás. . .
Está gozoso, porque es un caballero cristiano. Dios lo estaba preparando bajo esta disciplina para una posición de gran responsabilidad, honor, y utilidad, y él estaba ansioso de aprender; bondadosamente aprendió las lecciones que el Señor le enseñó. Aprendió a soportar el yugo en su juventud. “Aprendió A Gobernar, Aprendiendo Primero A Obedecer” (SDA Bible Commentary, tomo 1, pág. 1097).
El verdadero carácter de José resplandeció aun en la oscuridad del calabozo. Mantuvo firmes su fe y su paciencia; los años de su fiel servicio habían sido compensados de la manera más cruel; no obstante, esto no le volvió sombrío ni desconfiado. Tenía la paz que emana de una inocencia consciente, y confió su caso a Dios. . .
Encontró una obra que hacer, aun en la prisión. Dios le estaba preparando en la escuela de la aflicción, para que fuera de mayor utilidad, y no rehusó someterse a la disciplina que necesitaba. En la cárcel, presenciando los resultados de la opresión y la tiranía, y los efectos del crimen, aprendió lecciones de justicia, simpatía y misericordia que le prepararon para ejercer el poder con sabiduría y compasión. . . Fue la obra que ejecutó en la prisión, la integridad de su vida diaria, y su simpatía hacia los que estaban en dificultad y congoja, lo que le abrió paso hacia la prosperidad y los honores futuros. Cada rayo de luz que derramamos sobre los demás se refleja sobre nosotros mismos. Toda palabra bondadosa y compasiva que se diga a los angustiados, todo acto que tienda a aliviar a los oprimidos, y toda dádiva que se otorgue a los necesitados, si son impulsados por motivos sanos, resultarán en bendiciones para el dador (Patriarcas y Profetas, pág. 218). 77
AUDIO:
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