Exo. 3: 7-16.
Ven, por tanto, ahora, y te
enviaré a Faraón, para que saques de Egipto a mi pueblo, los hijos de Israel.
(Exo. 3:10).
La época de la liberación de
Israel había llegado. Pero el propósito de Dios había de cumplirse de tal
manera que mostrara la insignificancia del orgullo humano. El libertador había
de ir adelante como humilde pastor con sólo un cayado en la mano; pero Dios
haría de ese cayado el símbolo de su poder. . .
El mandato divino halló a Moisés
sin confianza en sí mismo, tardo para hablar y tímido. Estaba abrumado con el
sentimiento de su incapacidad para ser el portavoz de Dios ante Israel. Pero
una vez aceptada la tarea, la emprendió de todo corazón, poniendo toda su
confianza en el Señor. . .
Dios bendijo su pronta
obediencia, y llegó a ser elocuente, confiado, sereno y apto para la mayor obra
jamás dada a hombre alguno. Este es un ejemplo de lo que hace Dios para
fortalecer el carácter de los que confían plenamente en él, y sin reserva alguna
cumplen sus mandatos.
El hombre obtiene poder y
eficiencia cuando acepta las responsabilidades que Dios deposita en él, y
procura con toda su alma la manera de capacitarse para cumplirlas bien.
Por humilde que sea su posición o
por limitada que sea su habilidad, el tal logrará verdadera grandeza si,
confiando en la fortaleza divina, procura realizar su obra con fidelidad. . .
Mientras se alejaba de Madián,
Moisés tuvo una terrible y sorprendente manifestación del desagrado del Señor. Se
le apareció un ángel en forma amenazadora, como si fuera a destruirle
inmediatamente. No le dio ninguna explicación; pero Moisés recordó que. . .
había dejado de cumplir el rito de la circuncisión en su hijo menor. . . En su
misión ante Faraón, Moisés iba a exponerse a un gran peligro; su vida podría
conservarse solo mediante la protección de los santos ángeles. Pero no estaría
seguro mientras tuviera un deber conocido sin cumplir, pues los ángeles de Dios
no podrían escudarle.
En el tiempo de la angustia que
vendrá inmediatamente antes de la venida de Cristo, los justos serán
resguardados por el ministerio de los santos ángeles; pero no habrá seguridad
para el transgresor de la ley de Dios. Los ángeles no podrán entonces proteger
a los que estén menospreciando uno de los preceptos divinos (Patriarcas y
Profetas 256, 260, 261). 88
AUDIO: https://youtube.com/playlist?list=PLVsLdOIe7sVuUCOpUfXzaq8n4wQXmyR80
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