Núm. 12.
Cruel es la ira, e impetuoso el furor; mas ¿quién
podrá sostenerse delante de la envidia? (Prov. 27: 4).
Moisés soportó sus acusaciones [de María y Aarón]
en silencio paciente y sin queja. Fue la experiencia que adquiriera durante los
muchos años de trabajo y espera en Madián, el espíritu de humildad y
longanimidad que cultivara allí, lo que preparó a Moisés para arrostrar con
paciencia la incredulidad y la murmuración del pueblo, y el orgullo y la
envidia de los que hubieran debido ser sus asistentes firmes y resueltos.
"Y aquel varón Moisés era muy manso, más que todos los hombres que había
sobre la tierra", y por este motivo Dios le otorgó más de su sabiduría y
dirección que a todos los demás. Dice la Escritura: "Encaminará a los
humildes por el juicio, y enseñará a los mansos su carrera" (Sal. 25: 9).
Los mansos son dirigidos por el Señor, porque son dóciles y dispuestos a
recibir instrucción. . .
"Entonces Jehová descendió en la columna de la
nube, y púsose a la puerta del tabernáculo, y llamó a Aarón y a María". .
. Entonces el furor de Jehová se encendió en ellos; y fuese. La nube
desapareció del tabernáculo como señal del desagrado de Dios, y María fue
castigada. Quedó "leprosa como la nieve". . . Entonces, humillado
hasta el polvo el orgullo de ambos, Aarón confesó el pecado que habían cometido
e imploró al Señor que no dejara perecer a su hermana por aquel azote
repugnante y fatal. En respuesta a las oraciones de Moisés, se limpió la lepra
de María. Sin embargo, ella fue excluida del campo durante siete días. . .
Esta manifestación del desagrado del Señor tenía por objeto advertir a todo Israel que pusiera coto al creciente espíritu de descontento y de insubordinación. Si el descontento y la envidia de María no hubiesen recibido una señalada reprensión, habrían resultado en grandes males. La envidia es una de las peores características satánicas que puedan existir en el corazón humano, y es una de las más funestas en sus consecuencias. Dice el sabio: "Cruel es la ira, e impetuoso el furor; mas, ¿Quién parará delante de la envidia?" (Prov. 27: 4). Fue la envidia la que causó la primera discordia en el cielo, y el albergarla ha obrado males indecibles entre los hombres. "Porque donde hay envidia y contención, allí hay perturbación y toda obra perversa" (Sant. 3:16) (Patriarcas y Profetas, págs. 403-405). 106
AUDIO: https://youtube.com/playlist?list=PLVsLdOIe7sVuUCOpUfXzaq8n4wQXmyR80
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