Jesús le dijo: ¿Tanto tiempo hace que estoy
con vosotros, y no me has conocido, Felipe? El que me ha visto a mí ha visto al
Padre, ¿cómo, pues, dices tú: Muéstranos el Padre? (Juan 14:9).
A la cabeza de uno de los grupos en los cuales
estaban divididos los apóstoles, se destaca el nombre de Felipe. Fue el primer
discípulo a quien Jesús dirigió la orden terminante: "Sígueme". . .
Había escuchado la enseñanza de Juan el Bautista, y le había oído anunciar a Cristo
como el Cordero de Dios.
Felipe buscaba sinceramente la verdad, pero
era tardo de corazón para creer. . . Aunque Cristo había sido proclamado por la
voz del cielo como Hijo de Dios, para Felipe era "Jesús, el hijo de José,
de Nazaret".
Otra vez, cuando los cinco mil fueron
alimentados, se reveló la falta de fe de Felipe. Para probarle, Jesús preguntó:
"¿De dónde compraremos pan para que coman éstos?"
. . . Otra vez, en las últimas horas
transcurridas antes de la crucifixión, las palabras de Felipe propendieron a
desalentar la fe. . . Tan tardo de corazón, tan débil en la fe, era el
discípulo que había estado con Jesús durante tres años (DTG 259, 260).
Deseaba que Cristo revelara al Padre en forma
corporal; pero en Cristo, Dios ya se había revelado. ¿Es posible, dijo Cristo,
que después de caminar conmigo, oyendo mis palabras, viendo el milagro de
alimentar a los cinco mil, la curación de los enfermos de la terrible lepra, de
traer los muertos a la vida, de resucitar a Lázaro, que era una víctima de la
muerte, cuyo cuerpo ya había visto la corrupción, no me conozcas? ¿Es posible
que no disciernas al Padre en las obras que realiza a través de mí? . . . Dios
no puede ser visto en forma corporal por ningún ser humano. Sólo Cristo puede
representar al Padre a la humanidad (SDA Bible Commentary, tomo 5, págs. 1141,
1142).
En Feliz contraste con la incredulidad de
Felipe, se notaba la confianza infantil de Natanael. Era hombre de naturaleza
intensamente fervorosa, cuya fe se apoderaba de las realidades invisibles. Sin
embargo, Felipe era alumno en la escuela de Cristo, y el divino Maestro soportó
pacientemente su incredulidad y torpeza.
Cuando fue derramado el Espíritu Santo sobre
los discípulos, Felipe llegó a ser un maestro según el orden divino. Sabía de
qué hablaba, y enseñaba con una seguridad que infundía convicción a los oyentes
(El Deseado de Todas las Gentes, pág. 260). 321
AUDIO: https://youtube.com/playlist?list=PLVsLdOIe7sVtrbL52hGjPNaJMDGwACpWZ
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