Mat. 27:11-26.
Viendo Pilato que nada
adelantaba, sino que se hacía más alboroto, tomó agua y se lavó las manos
delante del pueblo, diciendo: Inocente soy yo de la sangre de este justo; allá
vosotros. (Mat. 27:24).
Si desde el principio
Pilato se hubiese mantenido firme, negándose a condenar a un hombre que
consideraba inocente, habría roto la cadena fatal que iba a retenerle toda su
vida en el remordimiento y la culpabilidad. Si hubiese obedecido a sus
convicciones de lo recto, los judíos no habrían intentado imponerle su
voluntad. Se habría dado muerte a Cristo, pero la culpabilidad no habría
recaído sobre Pilato. Mas Pilato había violado poco a poco su conciencia. Había
buscado pretexto para no juzgar con justicia y equidad, y ahora se hallaba casi
impotente en las manos de los sacerdotes y príncipes. Su vacilación e
indecisión provocaron su ruina (El Deseado de Todas las Gentes 680).
Con temor y
condenándose a sí mismo, Pilato miró al Salvador. En el vasto mar de rostros
vueltos hacia arriba, el suyo era el único apacible. En derredor de su cabeza
parecía resplandecer una suave luz. Pilato dijo en su corazón: Es un Dios.
Volviéndose hacia la multitud, declaró: Limpio estoy de su sangre, tomadle y crucificadle.
Pero. . . yo lo declaro justo. Y Aquel a quien él llama su Padre os juzgue a
vosotros y no a mí por la obra de este día. Luego dijo a Jesús: Perdóname por
este acto; no puedo salvarte...
Pilato anhelaba librar
a Jesús. Pero vio que no podría hacerlo y conservar su puesto y sus honores. Antes
que perder su poder mundanal, prefirió sacrificar una vida inocente. ¡Cuántos,
para escapar a la pérdida o al sufrimiento, sacrifican igualmente los buenos
principios! La conciencia y el deber señalan un camino, y el interés propio
señala otro. . .
Pilato cedió a las
exigencias de la turba. Antes que arriesgarse a perder su puesto entregó a
Jesús para que fuese crucificado, pero. . . aquello mismo que temía le
aconteció después. Fue despojado de sus honores, fue derribado de su alto cargo
y, atormentado por el remordimiento y el orgullo herido, poco después de la
crucifixión se quitó la vida. Asimismo, todos los que transigen con el pecado no
tendrán sino pesar y ruina. "Hay camino que al hombre parece derecho;
empero su fin son caminos de muerte" (Id., págs. 687, 688). 325
AUDIO:
https://youtube.com/playlist?list=PLVsLdOIe7sVtrbL52hGjPNaJMDGwACpWZ
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