Luc. 23: 13-44.
Y dijo a Jesús:
Acuérdate de mí cuando vengas en tu reino. (Luc. 23:42).
Durante su agonía sobre
la cruz, llegó a Jesús un rayo de consuelo. Fue la petición del ladrón
arrepentido. . . Este hombre no era un criminal empedernido. Había sido
extraviado por las malas compañías. . . Había visto y oído a Jesús y se había
convencido por su enseñanza, pero había sido desviado de él por los sacerdotes
y príncipes. Procurando ahogar su convicción, se había hundido más y más en el
pecado, hasta que fue arrestado, juzgado como criminal y condenado a morir en
la cruz.
En el tribunal y en el
camino al Calvario, había estado en compañía de Jesús. Había oído a Pilato
declarar: "Ningún crimen hallo en él" (Juan 19: 4). Había notado su
porte divino y el espíritu compasivo de perdón que manifestaba hacia quienes le
atormentaban. . . Penetró de nuevo en su corazón la convicción de que era el
Cristo. Volviéndose hacia su compañero culpable, dijo: "¿Ni aun tú temes a
Dios, estando en la misma condenación?"
Los ladrones moribundos
no tenían ya nada que temer de los hombres. Pero uno de ellos sentía la
convicción de que había un Dios a quien temer, un futuro que debía hacerle
temblar. Y ahora, así como se hallaba, todo manchado por el pecado, se veía a
punto de terminar la historia de su vida. . .
Al ser condenado por su
crimen, el ladrón se había llenado de desesperación; pero ahora brotaban en su
mente pensamientos extraños, impregnados de ternura. Recordaba todo la que
había oído decir acerca de Jesús. . .
El Espíritu Santo
iluminó su mente y poco a poco se fue eslabonando la cadena de la evidencia. En
Jesús, magullado, escarnecido y colgado de la cruz, vio al Cordero de Dios, que
quita el pecado del mundo. La esperanza se mezcló con la angustia en su voz,
mientras que su alma desamparada se aferraba de un Salvador moribundo. "Señor,
acuérdate de mí -exclamó- cuando vinieres en tu reino". Prestamente llegó
la respuesta. El tono era suave y melodioso, y las palabras. llenas de amor,
compasión y poder: De cierto te digo hoy: estarás conmigo en el paraíso. . . El
ladrón arrepentido sintió la perfecta paz de la aceptación por Dios (DTG 697-699). 327
AUDIO: https://youtube.com/playlist?list=PLVsLdOIe7sVtrbL52hGjPNaJMDGwACpWZ
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