El ángel de Jehová
acampa alrededor de los que le temen, y los defiende. (Sal. 34:7).
La experiencia de
Felipe, dirigido por un ángel del cielo para que fuese adonde había de
encontrarse con uno que buscaba la verdad; la de Cornelio, visitado por un
ángel que le llevó un mensaje de Dios; la de Pedro, que, encarcelado y
condenado a muerte, fue sacado a un lugar seguro por un ángel; todos estos
casos demuestran cuán íntima es la relación que existe entre el cielo y la
tierra.
El relato de estas
visitas angélicas debe proporcionar fuerza y valor a aquel que trabaja por
Dios. Hoy día, tan ciertamente como en el tiempo de los apóstoles, los
mensajeros celestiales recorren toda la anchura y longitud de la tierra,
tratando de consolar a los tristes, proteger a los impenitentes, ganar los
corazones de los hombres a Cristo. No podemos verlos personalmente; pero no
obstante, ellos están constantemente con nosotros para dirigirnos, guiarnos y
protegernos.
El cielo se acerca a la
tierra por esa escalera mística, cuya base está firmemente plantada en la
tierra, mientras que su parte superior llega al trono del Infinito.
Los ángeles están
constantemente ascendiendo y descendiendo por esta escalera de deslumbrante
resplandor, llevando las oraciones de los menesterosos y angustiados al Padre
celestial, y trayendo bendición y esperanza, valor y ayuda, a los hijos de los
hombres, Esos ángeles de luz crean una atmósfera celestial en derredor del
alma, elevándonos hacia lo invisible y eterno.
No podemos contemplar
sus formas con nuestra vista natural. . . Solamente el oído espiritual puede
oír la armonía de las voces celestiales. . .
Dios envía a sus
ángeles a salvar a sus escogidos de la calamidad, a protegerlos de
"pestilencia que ande en oscuridad", y de "mortandad que en
medio del día destruya". Repetidas veces los ángeles han hablado con los
hombres como un hombre habla con su amigo, y los han guiado a lugares seguros.
Vez tras vez las
palabras alentadoras de los ángeles han renovado los espíritus abatidos de los
fieles, elevando sus mentes por encima de las cosas de la tierra, y los han
inducido a contemplar por la fe las ropas blancas, las coronas y las palmas de
victoria, que los vencedores recibirán cuando circunden el gran trono blanco
(Los Hechos de los Apóstoles, págs. 123, 124). 338
AUDIO: https://youtube.com/playlist?list=PLVsLdOIe7sVtrbL52hGjPNaJMDGwACpWZ
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