Pero yo os digo la verdad: Os conviene que yo me vaya; porque si no me fuese, el Consolador no vendría a vosotros; más si me fuere, os lo enviaré. (Juan 16:7).
Cristo dijo: "Os conviene que yo me vaya".
Ninguno
podría sentir entonces que tiene ventajas debido a su ubicación o a su contacto
personal con Cristo. El Salvador habría de ser accesible a todos por igual,
espiritualmente, y en ese sentido estaría más cercano a nosotros que si no
hubiera ascendido a lo alto.
Ahora Todos son igualmente favorecidos al contemplarlo y reflejar su carácter. El ojo de la fe lo ve siempre presente, en toda su bondad, su gracia, su paciencia, su cortesía y su amor, esos atributos espirituales y divinos. Y al contemplarlo, somos transformados a su semejanza.
Cristo pronto ha de venir en las nubes de los cielos, y debemos prepararnos para salir a su encuentro, sin mancha ni arruga ni cosa semejante. Hemos de aceptar ahora la invitación de Cristo.
Él dice: "Venid a mí todos los que estáis trabajados y cargados, y yo os haré descansar. Llevad mi yugo sobre vosotros, y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón; y hallaréis descanso para vuestras almas" (Mateo 11:28, 29).
Las palabras de Cristo a Nicodemo son de valor práctico para nosotros hoy: "El que no naciere de agua y del Espíritu, no entrará en el reino de Dios. Lo que es nacido de la carne, carne es; y lo que es nacido del Espíritu, espíritu es. No te maravilles de que te dije: Os es necesario nacer de nuevo. El viento sopla de donde quiere, y oyes su sonido; mas ni sabes de dónde viene, ni a dónde va; así es todo aquel que es nacido del Espíritu" (Juan 3:5-8).
El poder transformador de Dios debe estar en nuestros corazones. Debemos estudiar la vida de Cristo, e imitar el Modelo divino. Debemos contemplar la perfección de su carácter y ser transformados a su imagen.
Nadie entrará en el reino de los cielos a menos que su voluntad sea llevada cautiva a la voluntad de Cristo.
El cielo está libre de todo pecado, de toda contaminación e impureza; y si hemos de vivir en su atmósfera, si hemos de contemplar la gloria de Cristo, debemos ser puros de corazón, perfectos en carácter por medio de su gracia y justicia.
No Debemos
ser absorbidos por el placer y las diversiones, sino prepararnos para las
gloriosas mansiones que Cristo ha ido a preparar para nosotros. Si somos
fieles, buscando bendecir a otros, si somos pacientes en el bien hacer, Cristo
nos coronará en su venida con gloria, honor e inmortalidad. Review and Herald,
5 de diciembre de 1912. RJ14/EGW/MHP 15
AUDIO. https://www.youtube.com/watch?v=0D6DsW-fpWg&list=PLtrFh-HO7ogAQRUFvkOyvYEFpjjoDg9Aq&index=9&pp=sAQB
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