En él estaba la vida, y la vida era la luz de los hombres. (Juan 1:4).
La ética presentada en el Evangelio no reconoce otra norma que la perfección de la mente de Dios, de la voluntad de Dios.
La imperfección de carácter es pecado, y el pecado es la transgresión de la ley.
Todas las virtudes del carácter se encuentran en Dios como un todo armonioso y perfecto. Todo el que recibe a Cristo como su Salvador personal tiene el privilegio de poseer estos atributos. Esta es la ciencia de la santidad.
¡Cuán gloriosas son las posibilidades para la raza caída!
Por medio de su Hijo, Dios ha revelado la excelencia que el hombre es capaz de alcanzar.
Por medio de los méritos de Cristo, el hombre es elevado de su estado depravado, es purificado y hecho más precioso que el oro de Ofir.
Le resulta posible llegar a ser compañero de los ángeles en gloria y reflejar la imagen de Jesucristo, que brillará aun ante el esplendor del trono eterno.
Es su privilegio tener la fe que por
medio del poder de Cristo lo haga inmortal.
Sin embargo, ¡cuán pocas veces se da cuenta de las alturas que podría alcanzar si permitiera que Dios guíe cada uno de sus pasos!
Dios permite que cada ser humano ejerza su individualidad. No desea que ninguno sumerja su mente en la de otro mortal como él. Los que desean ser transformados en mente y carácter no han de mirar a los hombres, sino al ejemplo divino.
Dios extiende la invitación: "Tengan ustedes la misma manera de pensar que tuvo Cristo Jesús" (Filipenses 2:5, versión Dios habla hoy).
Por medio de la conversión y la transformación los hombres han de recibir la mente de Cristo.
Cada uno ha de estar delante de Dios con su fe individual y una experiencia individual, teniendo la certeza de que Cristo, la esperanza de gloria, ha sido formado en su interior.
Imitar el ejemplo de cualquier persona, aun el de aquellos que podamos considerar casi perfectos en carácter, sería poner nuestra confianza en un ser humano defectuoso, incapaz de proveer una jota o una tilde de perfección.
Tenemos al que es todo como nuestro ejemplo, el señalado entre diez mil, cuya excelencia no tiene comparación. Generosamente adaptó su vida para que todos la imiten.
Unidos en Cristo se hallaron la riqueza y la pobreza, la majestad y la humillación; el poder ilimitado y la mansedumbre y humildad que se reflejarán en cada alma que lo reciba.
En El, por medio de las capacidades y los poderes de la mente humana, se reveló la sabiduría del Maestro más grande que el mundo haya conocido.
Dios está desarrollándonos ante el mundo como testigos
vivientes de lo que los hombres y las mujeres puedan llegar a ser por la gracia
de Cristo. Signs of the Times 3 de septiembre de 1902. RJ27/EGW/MHP 28
AUDIO. https://www.youtube.com/watch?v=GCCcRsZSQwM&list=PLtrFh-HO7ogAQRUFvkOyvYEFpjjoDg9Aq&index=22&pp=sAQB
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