1 Rey. 3: 6-14.
Y si alguno de vosotros tiene falta de sabiduría,
pídala a Dios, el cual da a todos abundantemente sin reproche, y le será dada.
(Sant. 1:5).
El Dios a quien servimos no hace acepción de
personas. El que dio a Salomón el espíritu de sabio discernimiento está
dispuesto a impartir la misma bendición a sus hijos hoy. . . Cuando el que
lleva responsabilidad desee sabiduría más que riqueza, poder o fama, no quedará
chasqueado. El tal aprenderá del gran Maestro no sólo lo que debe hacer, sino
también el modo de hacerlo para recibir la aprobación divina.
Mientras permanezca consagrado, el hombre a quien
Dios dotó de discernimiento y capacidad no manifestará avidez por los cargos
elevados ni procurará gobernar o dominar. Es necesario que haya hombres que
lleven responsabilidad; pero en vez de contender por la supremacía, el
verdadero conductor pedirá en oración un corazón comprensivo, para discernir
entre el bien y el mal.
La senda de los hombres que han sido puestos como
dirigentes no es fácil; pero ellos han de ver en cada dificultad una invitación
a orar. Nunca dejarán de consultar a la
gran Fuente de toda sabiduría. Fortalecidos
e iluminados por el Artífice maestro, se verán capacitados para resistir
firmemente las influencias profanas y para discernir entre lo correcto y lo erróneo,
entre el bien y el mal. Aprobarán lo que Dios aprueba y lucharán ardorosamente
contra la introducción de principios erróneos en su causa. Dios le dio a
Salomón la sabiduría que él deseaba más que las riquezas, los honores o la
larga vida. Le concedió lo que había pedido: una mente despierta, un corazón
grande y un espíritu tierno (Profetas y Reyes, págs. 21, 22).
Nuestras peticiones a Dios no debieran proceder de
corazones llenos de aspiraciones egoístas. Dios nos exhorta a elegir los dones
que redundarán para la gloria de él. Quiere que elijamos lo celestial en lugar
de lo terrenal. Abre de par en par ante nosotros las posibilidades y ventajas
de un trato con el Cielo. Alienta nuestras metas más altas, da seguridad a nuestros
más selectos tesoros. Aunque le sean arrebatadas las posesiones mundanales, el
creyente se regocija en su tesoro celestial, cuyas riquezas no pueden perderse
en ningún desastre terreno (SDA Bible Commentary, tomo 2, pág. 1026). 191
AUDIO: https://youtube.com/playlist?list=PLVsLdOIe7sVupcUMRdHnWA291W3mrLnNh
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