Miré yo luego todas
las obras que habían hecho mis manos, y el trabajo que tomé para hacerlas; y he
aquí, todo era vanidad y aflicción de espíritu, y sin provecho debajo del sol.
(Ecl. 2:11).
Por su propia
amarga experiencia, Salomón aprendió cuán vacía es una vida dedicada a buscar
las cosas terrenales como el bien más elevado. Erigió altares a los dioses
paganos, pero fue tan sólo para comprobar cuán vana es su promesa de dar
descanso al espíritu. Pensamientos lóbregos le acosaban día y noche. Para él ya
no había gozo en la vida ni paz espiritual, y el futuro se le anunciaba sombrío
y desesperado.
Sin embargo, el
Señor no le abandonó. Mediante mensajes de reprensión y castigos severos,
procuró despertar al rey y hacerle comprender cuán pecaminosa era su conducta.
. . A la postre, el Señor envió a Salomón, mediante un profeta, este mensaje
sorprendente: "Por cuanto ha habido esto en ti, y no has guardado mi pacto
y mis estatutos que yo te mandé, romperé el reino de ti, y lo entregaré a tu
siervo. Empero no lo haré en tus días, por amor a David tu padre: romperélo de
la mano de tu hijo".
Despertando como
de un sueño al oír esta sentencia de juicio pronunciada contra él y su casa,
Salomón sintió los reproches de su conciencia y empezó a ver lo que
verdaderamente significaba su locura. Afligido en su espíritu, y
teniendo la mente y el cuerpo debilitados, se apartó cansado y sediento de las
cisternas rotas de la tierra, para beber nuevamente en la fuente de la vida. .
. No podía esperar que escaparía a los resultados agostadores del pecado; no
podría nunca librar su espíritu de todo recuerdo de la conducta egoísta que
había seguido; pero se esforzaría fervientemente por disuadir a otros de
entregarse a la insensatez. . .
El verdadero
penitente no echa al olvido sus pecados pasados. No se deja embargar, tan
pronto como ha obtenido paz, por la despreocupación acerca de los errores que
cometió. Piensa en aquellos que fueron inducidos al mal por su conducta, y
procura de toda manera posible hacerlos volver a la senda de la verdad. Cuanto
mayor sea la claridad de la luz en la cual entró, tanto más intenso es su deseo
de encauzar los pies de los demás en el camino recto (Profetas y Reyes, págs.
56, 57). 197
AUDIO: https://youtube.com/playlist?list=PLVsLdOIe7sVupcUMRdHnWA291W3mrLnNh
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