Y para oír la sabiduría de Salomón venían de todos
los pueblos y de todos los reyes de la tierra, adonde había llegado la fama de
su sabiduría. (1 Rey. 4:34).
En los tiempos de Salomón, el reino de Israel se
extendía desde Hamat en el norte hasta Egipto en el sur, y desde el mar Mediterráneo
hasta el río Éufrates. Por este territorio cruzaban muchos caminos naturales
para el comercio del mundo, y las caravanas provenientes de tierras lejanas
pasaban constantemente en un sentido y en otro. Esto daba a Salomón y a su
pueblo oportunidades favorables para revelar a hombres de todas las naciones el
carácter del Rey de reyes y para enseñarles a reverenciarle y obedecerle. . .
Puesto a la cabeza de una nación que había sido
establecida como faro para las naciones circundantes, Salomón debiera haber
usado la sabiduría que Dios le había dado y el poder de su influencia para
organizar y dirigir un gran movimiento destinado a iluminar a los que no
conocían a Dios ni su verdad. Se habría obtenido así que multitudes obedeciesen
los preceptos divinos, Israel habría quedado protegido de los males practicados
por los paganos, y el Señor de gloria habría sido honrado en gran manera. Pero
Salomón perdió de vista este elevado propósito. No aprovechó sus magníficas
oportunidades para iluminar a los que pasaban continuamente por su territorio o
se detenían en las ciudades principales.
El espíritu misionero que Dios había implantado en
el corazón de Salomón y en el de todos los verdaderos israelitas fue
reemplazado por un espíritu de mercantilismo. Las oportunidades ofrecidas por
el trato con muchas naciones fueron utilizadas para el engrandecimiento
personal. . .
En esta época nuestra, las oportunidades para
tratar con hombres y mujeres de todas clases y de muchas nacionalidades son aún
mayores que en los días de Israel. Las avenidas de tránsito se han multiplicado
mil veces. Como Cristo, los mensajeros del Altísimo deben situarse hoy en esas
grandes avenidas, donde pueden encontrarse con las multitudes que pasan de
todas partes del mundo. Ocultándose en Dios, como lo hacia él, deben sembrar la
semilla del Evangelio, presentar a otros las verdades preciosas de las Santas
Escrituras, que echarán raíces profundas en las mentes y los corazones y
brotarán para vida eterna (Profetas y Reyes, págs. 51-54). 196
AUDIO: https://youtube.com/playlist?list=PLVsLdOIe7sVupcUMRdHnWA291W3mrLnNh
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