1 Rey. 3:1; 11:18.
Por lo cual, salid de en medio de ellos, y apartaos, dice el Señor. (2 Cor. 6:17).
Salomón se había congratulado de que su sabiduría y el poder de su ejemplo desviarían a sus esposas de la idolatría al culto del verdadero Dios, y que las alianzas así contraídas atraerían a las naciones de en derredor a la órbita de Israel. ¡Vana esperanza! El error cometido por Salomón al considerarse bastante fuerte para resistir la influencia de asociaciones paganas fue fatal. Lo fue también el engaño que le indujo a esperar que no obstante haber despreciado él la ley de Dios, otros podrían ser inducidos a reverenciar y obedecer sus sagrados preceptos (Profetas y Reyes, pág. 38).
Como el rey de Israel, muchos siguen sus deseos carnales y realizan casamientos no santificados. Al igual que Salomón en su elevada posición, muchos, en su esfera limitada, se inician en la vida como en una mañana igualmente clara y promisoria.
Sin embargo, mediante un paso en falso irrevocable, dado en el casamiento, pierden sus almas y arrastran a otros a la ruina con ellos. Como las esposas de Salomón desviaron su corazón de Dios a la idolatría, así los compañeros frívolos, que no tienen profundidad de principios, desvían los corazones de los que una vez eran nobles y fieles a la vanidad, a placeres corruptores, y al vicio descarado (SDA Bible Commentary, tomo 2, pág. 1031).
Que el triste recuerdo de la apostasía de Salomón sirva de advertencia a cada alma para que evite el mismo precipicio. . . El rey más grande que alguna vez empuñara un cetro, de quien se había dicho que era el amado de Dios, mediante afectos equivocados se contaminó y fue miserablemente abandonado por su Dios. El gobernante más poderoso de la tierra había fracasado en gobernar sus propias pasiones. Salomón pudo salvarse "así como por fuego", sin embargo su arrepentimiento no pudo quitar los lugares altos, ni demoler las piedras, que permanecían como evidencias de sus crímenes. Deshonró a Dios, prefiriendo ser gobernado por la concupiscencia antes que ser participante de la naturaleza divina. ¿Qué legado dejó la vida de Salomón a aquellos que citarían su ejemplo para justificar sus propias malas acciones? Debemos dejar una herencia de bien o de igual. ¿Serán nuestras vidas y nuestro ejemplo una bendición o una maldición? ¿Mirará la gente nuestras tumbas y dirá: "Me arruinó", o "Me salvó"? (Ibid.). 193
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