Porque no entró Cristo en el santuario hecho de mano, figura del verdadero, sino en el cielo mismo para presentarse ahora por nosotros ante Dios. (Hebreos 9:24).
Cristo es nuestro sacrificio, nuestro sustituto, nuestra garantía, nuestro intercesor divino; Él fue hecho por nosotros justificación, santificación y redención.
"Porque no entró Cristo en el santuario hecho de mano, figura del verdadero, sino en el cielo mismo para presentarse ahora por nosotros ante Dios".
La intercesión de Cristo en nuestro favor presenta sus méritos divinos al ofrecerse a sí mismo al Padre como nuestro sustituto y garante; pues ascendió a lo alto para expiar nuestras transgresiones... "En esto consiste el amor no en que nosotros hayamos amado a Dios, sino en que él nos amó a nosotros, y envió a su Hijo en propiciación por nuestro pecados" (1 Juan 4:10) "Por lo cual puede también salvar perpetuamente a los que por él se Acercan a Dios, viviendo siempre para interceder por ellos" (Hebreos 7:25).
De estos pasajes resulta claro que no es la voluntad de Dios que usted desconfíe y torture su alma con el temor de que Dios no lo aceptará por ser pecador e indigno... Presente su caso ante El, invocando los méritos de la sangre vertida en la cruz del Calvario en su favor. Satanás lo acusa de ser un gran pecador, y usted tendrá que admitir que lo es, pero puede decir: "Sé que soy un pecador, y por eso necesito un Salvador.
Jesús vino al mundo a salvar pecadores. 'La sangre de Jesucristo nos limpia de todo pecado'... No tengo méritos o bondad con que reclamar la salvación, pero presento delante de Dios la sangre plenamente expiatorio del inmaculado Cordero de Dios que quita el pecado del mundo. Ese es mi único argumento. El nombre de Jesús me da acceso al Padre. Sus oídos y su corazón están atentos a mi más débil súplica, y El satisface mis necesidades más profundas"...
La justicia de Cristo hace que el pecador penitente sea aceptable ante Dios y obra su justificación. No importa cuán pecadora haya sido su vida, si cree en Jesús como su Salvador personal, se halla delante de Dios vestido con el manto inmaculado de la justicia imputada de Cristo.
El pecador que estaba hace tan poco tiempo muerto en transgresiones y pecado revive por la fe en Cristo. Por fe ve que Jesús es su Salvador, que vive para siempre y que puede salvar hasta lo sumo a todos los que se acercan a Dios por medio de Él.
En la
expiación hecha por Él, el pecador ve
tal anchura, longitud, profundidad y altura de capacidad -ve
una salvación tan completa, comprada a un precio tan infinito-, que su alma se
llena de alabanza y gratitud.
Signs of the Times, 4 de julio de 1892. RJ67/EGW/MHP 68
AUDIO. https://www.youtube.com/watch?v=ae5XZ36rso4&list=PLtrFh-HO7ogAse7AivMOQVZcSkRU3uK8P&index=2&pp=sAQB
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