He aquí yo veo cuatro varones sueltos, que se pasean en medio del fuego sin sufrir ningún daño; y el aspecto del cuarto es semejante al hijo de los dioses. (Daniel 3:25).
El horno ardiente había sido calentado siete veces más de lo acostumbrado, y en él fueron echados los exilados hebreos. Tan furiosas eran, las llamas, que los hombres que los echaron en el horno perecieron al ser quemados.
Repentinamente el rostro del rey palideció del terror. Sus ojos estaban fijos en las llamas resplandecientes, y volviéndose a sus jerarcas dijo. "¿No echaron a tres varones atados dentro del fuego?" (Daniel 3:24).
La respuesta fue: "Es verdad, oh rey". Y ahora el monarca exclamó: "He aquí yo veo cuatro varones sueltos, que se pasean en medio del fuego sin sufrir ningún daño; y el aspecto del cuarto es semejante a hijo de los dioses".
Cuando Cristo se manifiesta a sí mismo a los hijos de los hombres, un poder invisible habla a sus almas. Se sienten en la presencia del Infinito. Ante su majestad, los reyes y los nobles tiemblan, y reconocen que el Dios vivo está por encima de todo poder terrenal.
Con remordimiento y vergüenza, exclamó: "Siervos del Dios Altísimo, salid y venid" (Dan. 3:26). Y
ellos obedecieron, mostrándose sin ningún daño ante la vasta
multitud; ni siquiera el olor del fuego salía de sus mantos.
Este milagro produjo un cambio notable en la mente del pueblo. La grande imagen de oro, erigida con tanta ostentación, fue olvidada.
El rey publicó un decreto según el cual toda persona que hablara contra el Dios de estos hombres sería muerta "por cuanto no hay dios que pueda librar como éste" (cap. 3:29).
Estos tres hebreos poseían una santificación genuina. El verdadero principio cristiano no se detiene a pesar de las consecuencias.
No pregunta: ¿Qué pensará la gente de mí si hago esto? O ¿cómo afectará esto mis perspectivas mundanas si lo hago?
Con el más intenso anhelo, los hijos de Dios desean saber lo que el Señor quiere que hagan, para que sus obras lo glorifiquen.
Dios ha hecho amplia provisión para que los corazones y las vidas de todos sus seguidores puedan ser dominados por su divina gracia, a fin de que sean una luz ardiente y brillante en el mundo.
Estos fieles hebreos poseían gran capacidad natural, habían disfrutado de la más alta cultura intelectual, y ahora ocupaban una posición de honor; pero todo esto no los indujo a olvidar a Dios. Sus facultades estaban sometidas a la influencia santificadora de la gracia divina. En virtud de su integridad perseverante, manifestaron las alabanzas de Aquel que los había llamado de las tinieblas a su luz admirable. -La edificación del carácter, págs. 48-50. RJ79/EGW/MHP 80
AUDIO. https://www.youtube.com/watch?v=E-UfUSpoQ-E&list=PLtrFh-HO7ogAse7AivMOQVZcSkRU3uK8P&index=14&pp=sAQB
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