Porque nosotros somos colaboradores de Dios, y vosotros sois labranza de Dios, edificio de Dios. (1 Corintios 3:9).
El Salvador se deleita al ver que sus seguidores colaboran con Dios, recibiendo generosamente todos los medios de llevar fruto, y dando generosamente, como sus obreros.
Cristo glorificó a su Padre por el fruto que llevó, y la vida de sus verdaderos seguidores producirá el mismo resultado.
Al recibir e impartir, sus seguidores producirán mucho fruto.
"Hasta ahora dijo Cristo a sus discípulos, nada habéis pedido en mi nombre, pedid, y recibiréis, para que vuestro gozo sea cumplido" (Juan 16:24).
El Dios de la providencia aún camina junto a nosotros, aunque sus pisadas no se ven, aunque sus obras directas y positivas no se reconocen ni entienden.
El mundo en su sabiduría humana no conoce a Dios.
El Señor decidió que por medio del ser humano su gloria, no la gloria de los hombres, sería manifestada.
Es su luz la que brilla a través de sus instrumentos.
La providencia y la revelación obran en armonía divina, revelando a Dios como el primero, el último y el mejor en todo.
Cristo está atrayendo pecadores a sí mismo con las cuerdas del amor, buscando unirlos a Él, a fin de que puedan ser colaboradores de Dios, no con orgullo y autosuficiencia, sino con humildad y mansedumbre.
Cuando los pecadores son convertidos, Dios es glorificado ante los principados y poderes del cielo y de la tierra.
Estos conversos son un espectáculo al mundo, a los ángeles y a los hombres. "Vosotros sois mis testigos" (Isaías 43:10), dice Dios. "Al mirar hacia mí habrán de ser transformados en carácter.
Revelarán esta transformación por la manifestación de paciencia y amor como los de Cristo".
Al impartir a otros el amor y la bondad que Dios ha derramado tan abundantemente sobre nosotros, hemos de permitir que nuestra luz resplandezca.
Debemos utilizar todo don de Dios de la mejor manera posible, haciéndolo productor de bien.
A Dios no podemos darle nada que ya no sea suyo, pero podemos ayudar a quienes están sufriendo a nuestro alrededor.
Podemos proveerles para las necesidades de esta vida, y al mismo tiempo hablarles del maravilloso amor de Dios.
Cristo ha identificado sus intereses con los de su pueblo.
Ha declarado claramente que podemos ministrarle por medio del servicio a los que sufren.
El Salvador considera que las palabras de ánimo y estímulo, pronunciadas cuando el alma está enferma y el pulso del valor está bajo, son pronunciadas a El mismo.
Hemos de estar en el mundo como una influencia conectiva, como sal que retiene su sabor.
En medio de una generación impía, impura e idólatra, hemos de ser puros y santos, mostrando que la gracia de Cristo tiene poder para restaurar en el hombre la semejanza divina.
Hemos de ejercer una influencia salvadora sobre quienes están en el mundo.
-Bible
Echo, 11 de junio de 1900. RJ190/EGW/MHP 191
AUDIO. https://www.youtube.com/watch?v=MYlqQTQ3Fbc&list=PLtrFh-HO7ogBX3lJ-BVlf4v1fLk5TmqV6&index=3&pp=sAQB
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