Y nosotros somos testigos suyos de estas cosas, y también el Espíritu Santo el cual ha dado Dios a los que le obedecen (Hechos 5:32).
Dios quiere que todo miembro de la iglesia permanezca fielmente en su puesto del deber, que lleve a cabo su responsabilidad, y que cree una atmósfera celestial alrededor de su alma al recoger continuamente los brillantes rayos del Sol de justicia para esparcirlos en el camino de quienes lo rodean.
Hemos de ser los representantes de Cristo, así como Cristo fue el representante del Padre.
Deseamos poder atraer las almas a Jesús, señalarles al Cordero del Calvario que quita el pecado del mundo.
Cristo no reviste el pecado con su justicia, sino que elimina el pecado, y en su lugar imputa su propia justicia.
Cuando el pecado de usted es limpiado, la justicia de Cristo lo precede y la gloria de Dios es su retaguardia.
Su influencia será entonces decididamente de parte de Cristo; pues en vez de centrarse en el yo, usted hará de Cristo el centro, y sentirá que es un guardián de los depósitos sagrados que Dios le encomendó.
Cuando usted recuerda que Cristo ha pagado el precio de su redención con su propia sangre, y también el de la redención de los demás, usted será impulsado a capturar los brillantes rayos de su justicia, a fin de que pueda esparcirlos en el camino de quienes lo rodean.
No tiene que mirar hacia el futuro, pensando que algún lejano día habrá de ser santo; es ahora cuando usted es santificado por la verdad...
Jesús dice: “Pero recibiréis poder, cuando haya venido sobre vosotros el Espíritu Santo, y me seréis testigos en Jerusalén, en toda Judea, en Samaria, y hasta lo último de la tierra” (Hechos 1:8).
Hemos de recibir el Espíritu Santo... El Espíritu Santo es el Consolador, el cual Cristo prometió a sus discípulos que les enseñaría todas las cosas, y les recordaría todo lo que Él había dicho.
Dejemos de mirarnos a nosotros mismos, y miremos hacia Él, de quien provienen todas las virtudes.
Nadie puede mejorarse a sí mismo, sino que hemos de acudir a Jesús como somos, deseando fervientemente ser limpiados de toda mancha y suciedad de pecado, y recibir el don del Espíritu Santo.
Por medio de la fe viviente debemos asirnos de su promesa, pues Él ha dicho: “Venid luego, dice Jehová, y estemos a cuenta: si vuestros pecados fueren como la grana, como la nieve serán emblanquecidos; si fueren rojos como el carmesí, vendrán a ser como blanca lana” (Isa. 1:18).
Hemos de ser testigos de Cristo, reflejando sobre los demás la luz que el Señor permite que brille sobre nosotros.
Hemos de encontrarnos como fieles soldados marchando bajo la bandera manchada de sangre del príncipe Emanuel... El Capitán de nuestra salvación conoce el plan de batalla, y saldremos más que vencedores gracias a Él.
-Signs of the
Times, 4 de abril de 1892. RJ205/EGW/MHP 206
AUDIO. https://www.youtube.com/watch?v=XIQsyzahH0U&list=PLtrFh-HO7ogBX3lJ-BVlf4v1fLk5TmqV6&index=18&pp=sAQB
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