1 Sam. 1: 1-18.
Yo lo dedicaré a Jehová todos los días de su vida.
(1 Sam. 1: 11).
Elcana, un levita del monte de Efraín, era hombre
rico y de mucha influencia, que amaba y temía al Señor. Su esposa, Ana, era una
mujer de piedad fervorosa. De carácter amable y modesto, se distinguía por una
seriedad profunda y una fe muy grande.
A esta piadosa pareja le había sido negada la
bendición tan vehementemente deseada por todo hebreo. Su hogar no conocía la
alegría de las voces infantiles; y el deseo de perpetuar su nombre había
llevado al marido a contraer un segundo matrimonio, como hicieron muchos otros.
Pero este paso, inspirado por la falta de fe en Dios, no significó felicidad.
Se agregaron hijos e hijas a la casa; pero se había mancillado el gozo y la
belleza de la institución sagrada de Dios, y se había quebrantado la paz de la
familia. Penina, la nueva esposa, era celosa e intolerante, y se conducía con
mucho orgullo e insolencia. Para Ana, toda esperanza parecía estar destruida, y
la vida le parecía una carga pesada; no obstante, soportaba la prueba con
mansedumbre y sin queja alguna. . .
Confió a Dios la carga que ella no podía compartir con ningún amigo terrenal. Fervorosamente pidió que él le quitase su oprobio, y que le otorgase el precioso regalo de un hijo para criarlo y educarlo para él. Hizo un solemne voto, a saber, que si le concedía lo que pedía, dedicaría su hijo a Dios desde su nacimiento. . . Le fue otorgado a Ana lo que había pedido; recibió el regalo por el cual había suplicado con tanto fervor. Cuando miró al niño lo llamó Samuel, "demandado de Dios" (Patriarcas y Profetas, págs. 614-616).
Tan pronto como el niño tuvo suficiente edad para
ser separado de su madre, cumplió ella su voto. Amaba a su pequeñuelo con toda
la devoción de que es capaz un corazón de madre; día tras día, mientras
observaba su crecimiento, y escuchaba su parloteo infantil, aumentaba cada vez
más su afecto hacia él; era su único hijo, el don especial del Cielo; pero lo
había recibido como un tesoro consagrado a Dios, y no quería privar al Dador de
lo que le pertenecía. La fe fortaleció el corazón de la madre, y no cedió a las
exigencias del afecto natural (SDA Bible Commentary, tomo 2, pág. 1008). 138
AUDIO: https://youtube.com/playlist?list=PLVsLdOIe7sVvwDztQ-Q1mSwzU_dN-yFWM
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