1 Rey. 19:19-21.
El que ama a padre o madre más que a mí, no es
digno de mí; el que ama a hijo o hija más que a mí, no es digno de mí; y el que
no toma su cruz y sigue en pos de mí, no es digno de mí. (Mat. 10:37,38).
Cuando Elías, divinamente dirigido en la
búsqueda de un sucesor, pasó al lado del campo en el cual Eliseo estaba arando,
echó sobre los hombros del joven el manto de la consagración. . . Era para él
la señal de que Dios le llamaba a ser sucesor de Elías. . . Eliseo debía tener
en cuenta el costo, decidir por sí mismo si quería aceptar o rechazar el
llamamiento. Si sus deseos se aferraban a su hogar y sus ventajas, quedaba
libre para permanecer allí. Pero el joven comprendió el significado del
llamamiento. . .
Ni por todas las ventajas mundanales se habría
privado de la oportunidad de llegar a ser mensajero de Dios, ni habría
sacrificado el privilegio de estar asociado con su siervo. . .
Sin vacilación abandonó un hogar donde se le
amaba, para acompañar al profeta en su vida incierta (Profetas y Reyes, págs.
164,165).
Por no estar relacionados con alguna obra directamente religiosa, muchos consideran que su vida es inútil, que nada hacen para hacer progresar el reino de Dios. . . Porque sólo pueden servir en cosas pequeñas, se consideran justificados por no hacer nada.
En esto yerran.
Un hombre puede estar sirviendo activamente a Dios mientras se dedica a los deberes comunes de cada día; mientras derriba árboles, prepara la tierra, o sigue el arado.
La madre que educa a sus hijos para Cristo está tan ciertamente
trabajando para Dios como el ministro en el púlpito.
Muchos sienten el anhelo de poseer algún
talento especial con que hacer una obra maravillosa, mientras pierden de vista
los deberes que tienen a mano, cuyo cumplimiento llenaría la vida de fragancia
. . .
El éxito no depende tanto del talento como de
la energía y de la buena voluntad. No es la posesión de talentos magníficos lo
que nos habilita para prestar un servicio aceptable, sino el cumplimiento
concienzudo de los deberes diarios, el espíritu contento, el interés sincero y
sin afectación por el bienestar de los demás. En la suerte más humilde puede hallarse
verdadera excelencia. Las tareas más comunes, realizadas con una fidelidad
impregnada de amor, son hermosas a la vista de Dios (Id., págs. 163, 164). 222
AUDIO: https://youtube.com/playlist?list=PLVsLdOIe7sVuaBfeL-S2CDJEXjK4GLNC5
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