Levántate y ve a Nínive, aquella gran ciudad,
y pregona contra ella; porque ha subido su maldad delante de mí. (Jon. 1:2).
A pesar de lo impía que Nínive había llegado a
ser, no estaba completamente entregada al mal. El que "vio a todos los hijos
de los hombres" (Sal. 33:13)… percibió que en aquella ciudad muchos
procuraban algo mejor y superior. . . Dios se les reveló en forma inequívoca,
para inducirlos, si era posible, a arrepentirse.
El instrumento escogido para esta obra fue el
profeta Jonás. . . Si el profeta hubiese obedecido sin vacilación, se habría
ahorrado muchas experiencias amargas, y habría recibido abundantes bendiciones.
Sin embargo, el Señor no abandonó a Jonás en su hora de desesperación. Mediante
una serie de pruebas y providencias extrañas, debía revivir la confianza del
profeta en Dios y en su poder infinito para salvar. . .
Una vez más se encargó al siervo de Dios que
fuera a dar la advertencia a Nínive. . . Al entrar Jonás en la ciudad, comenzó
en seguida a pregonarle el mensaje: "De aquí a cuarenta días Nínive será
destruida". Iba de una calle a la otra, dejando oír la nota de
advertencia.
El mensaje no fue dado en vano. El clamor que
se elevó en las calles de la ciudad impía se transmitió de unos labios a otros,
hasta que todos los habitantes hubieron oído el anuncio sorprendente. El
Espíritu de Dios hizo penetrar el mensaje en todos los corazones, e indujo a
multitudes a temblar por sus pecados, y a arrepentirse en profunda humillación.
. . Su condenación fue evitada; el Dios de Israel fue exaltado y honrado en
todo el mundo pagano, y su ley fue reverenciada.
Nínive no debía caer hasta muchos años más
tarde, presa de las naciones circundantes, porque se olvidó de Dios y manifestó
un orgullo jactancioso. . .
Esto constituye una lección para los mensajeros que Dios envía hoy, cuando las ciudades de las naciones necesitan tan ciertamente conocer los atributos y propósitos del verdadero Dios, como los ninivitas de antaño. . .
La única ciudad que subsistirá es aquella cuyo
artífice y constructor es Dios. . . El Señor Jesús invita a los hombres a
luchar con ambición santificada para obtener la herencia inmortal (Profetas y
Reyes, págs. 198, 199, 201, 202, 204, 205). 231
AUDIO: https://youtube.com/playlist?list=PLVsLdOIe7sVsDXhHjCJumV5EKFFSS3Irh
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