Porque he aquí que Jehová sale de su lugar para
castigar al morador de la tierra por su maldad contra él; y la tierra
descubrirá la sangre derramada sobre ella, y no encubrirá ya más a sus muertos.
(Isa. 26:21).
Nuestro Dios es un Dios de misericordia. Trata a
los transgresores de su ley con longanimidad y tierna compasión. . . pero
existe un punto más allá del cual se agota la paciencia divina y se han de
manifestar con las ciudades, enviando misericordiosamente amonestaciones para
salvarlos de la ira divina; pero llegará el momento en que ya no se oirán las
súplicas de misericordia. . .
Está muy cerca el momento en que habrá en el mundo
una tristeza que ningún bálsamo humano podrá disipar. Se está retirando el Espíritu
de Dios. Se siguen unos a otros en rápida sucesión los desastres por mar y
tierra. ¡Con cuánta frecuencia oímos hablar de terremotos y ciclones, así como
de la destrucción producida por incendios e inundaciones, con gran pérdida de
vidas y propiedades!
Aparentemente estas calamidades son estallidos
caprichosos de las fuerzas desorganizadas y desordenadas de la naturaleza,
completamente fuera del dominio humano; pero en todas ellas puede leerse el
propósito de Dios. Se cuentan entre los instrumentos por medio de los cuales él
procura despertar en hombres y mujeres un sentido de peligro que corren.
Los mensajeros de Dios en las grandes ciudades no
deben desalentarse por la impiedad, la injusticia y la depravación que son
llamados a arrostrar mientras tratan de proclamar las gratas nuevas de
salvación. . .
En toda ciudad, por muy llena que esté de violencia
y de crímenes, hay muchos que con la debida enseñanza pueden aprender a seguir
a Jesús. . .
El mensaje de Dios para los habitantes de la tierra
hoy es: "Por tanto, también vosotros estad apercibidos; porque el Hijo del
Hombre ha de venir a la hora que no pensáis". . . Nos hallamos en el mismo
umbral de la crisis de los siglos. . .
Se está preparando la tempestad de la ira de Dios;
y sólo subsistirán los que respondan a las indicaciones de la misericordia,
como lo hicieron los habitantes de Nínive bajo la predicación de Jonás, y sean
santificados por la obediencia a las leyes del Gobernante divino. Solo los
justos serán escondidos con Cristo en Dios hasta que pase la desolación
(Profetas y Reyes, págs. 205-208). 232
AUDIO: https://youtube.com/playlist?list=PLVsLdOIe7sVsDXhHjCJumV5EKFFSS3Irh
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