2 Rey. 2: 1-15.
He aquí os digo un misterio: No todos
dormiremos; pero todos seremos transformados, en un momento, en un abrir y
cerrar de ojos, a la final trompeta; porque se tocará la trompeta, y los
muertos serán resucitados incorruptibles, y nosotros seremos transformados. (1
Cor. 15:51,52).
En el desierto, en la soledad y el desaliento,
Elías había dicho que estaba cansado de la vida, y había rogado que se le
dejase morir. Pero en su misericordia el Señor no había hecho caso de sus
palabras. Elías tenía que realizar todavía una gran obra; y cuando esta obra
estuviese hecha no iba a perecer en el desaliento y la soledad. No le tocaría
descender a la tumba, sino ascender con los ángeles de Dios a la presencia de
su gloria.
"Y viéndolo Eliseo, clamaba: ¡Padre mío,
padre mío, carro de Israel y su gente de a caballo! Y nunca más le vio, y
trabando de sus vestidos, rompiólos en dos partes. Alzó luego el manto de Elías
que se le había caído, y volvió, y paróse a la orilla del Jordán. Y tomando el
manto de Elías que se le había caído, hirió las aguas, y dijo: ¿Dónde está
Jehová, el Dios de Elías? Y así que hubo
del mismo modo herido las aguas, apartáronse a uno y a otro lado, y pasó
Eliseo. Y viéndole los hijos de los profetas que estaban en Jericó de la otra
parte, dijeron: El espíritu de Elías reposó sobre Eliseo. Y viniéronle a
recibir, e inclináronse a él hasta la tierra".
Cuando en su providencia el Señor ve
conveniente retirar de su obra a aquellos a quienes dio sabiduría, sabe ayudar
y fortalecer a sus sucesores, con tal que ellos esperen auxilio de él y anden
en sus caminos. Hasta pueden ser más sabios que sus predecesores; porque pueden
sacar provecho de su experiencia y adquirir sabiduría de sus errores (Profetas
y Reyes, págs. 170, 171).
Elías, el hombre de poder, había sido instrumento de Dios para vencer males gigantescos. . . Para suceder a Elías se necesitaba un hombre que, por medio de una instrucción cuidadosa y paciente, pudiese guiar a Israel por caminos seguros.
La educación que recibió Eliseo
durante sus primeros años, bajo la dirección de Dios, lo preparó para esta
obra. . .
Cada acto de la vida es una revelación del
carácter, y solo aquel que en los pequeños deberes demuestra ser "obrero
que no tiene de qué avergonzarse", será honrado por Dios con
responsabilidades mayores (La Educación, pág. 57). 224
AUDIO: https://youtube.com/playlist?list=PLVsLdOIe7sVuaBfeL-S2CDJEXjK4GLNC5
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