Ninguno que poniendo su mano en el arado mira hacia
atrás, es apto para el reino de Dios. (Luc. 9:62).
No se nos pide a todos que sirvamos como sirvió
Eliseo, ni somos todos invitados a vender cuanto tenemos. pero Dios nos pide
que demos a su servicio el primer lugar en nuestra vida, que no dejemos
transcurrir un día sin hacer algo que haga progresar su obra en la tierra. El
no espera de todos la misma clase de servicio. Uno puede ser llamado al
ministerio en una tierra extraña; a otro se le pedirá tal vez que dé de sus
recursos para sostener la obra del Evangelio. Dios acepta la ofrenda de cada
uno. Lo que resulta necesario es la consagración de la vida y de todos sus
intereses. Los que hagan esta consagración oirán el llamamiento celestial y le
obedecerán. . .
Lo que al principio se requería de Eliseo no era
una obra grande, pues los deberes comunes seguían constituyendo su disciplina. Se
dice que derramaba agua sobre las manos de Elías, su maestro. Estaba dispuesto
a hacer cualquier cosa que el Señor indicase, y a cada paso aprendía lecciones
de humildad y servicio. . .
La vida de Eliseo, después que se unió a Elías, no
fue exenta de tentaciones. Tuvo él muchas pruebas; pero en toda emergencia
confió en Dios. Estuvo tentado a recordar el hogar que había dejado, pero no
prestó atención a esto. Habiendo puesto la mano al arado, estaba resuelto a no
volver atrás, y a través de pruebas y tentaciones demostró que era fiel a su
cometido. . .
Mientras Eliseo acompañaba al profeta. . . su fe y
su resolución fueron probadas una vez más.
En Gilgal y también en Betel y en Jericó, el profeta le invitó a que se
volviera atrás. . . Pero. . . no iba a dejarse desviar de su propósito. . .
". . .Y. . . Elías dijo a Eliseo: Pide lo que quieres que haga por ti,
antes que sea quitado de contigo".
Eliseo no solicitó honores mundanales ni algún puesto elevado entre los grandes de la tierra. Lo que él anhelaba era una gran medida del Espíritu que Dios había otorgado tan liberalmente al que estaba a punto de ser honrado por la traslación. Sabía que nada que no fuese el Espíritu que había descansado sobre Elías podría hacerle idóneo para ocupar en Israel el lugar al cual Dios le había llamado; de modo que pidió: "Ruégote que tenga yo. . . una doble porción de tu espíritu" (PR, 165,166,168,169). 223
AUDIO: https://youtube.com/playlist?list=PLVsLdOIe7sVuaBfeL-S2CDJEXjK4GLNC5
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