La palabra de Cristo more en abundancia en vosotros. (Colosenses 3:16).
En la Palabra de Dios contemplamos el poder que estableció los fundamentos de la tierra y que extendió los cielos.
Únicamente en ella podemos hallar una historia de nuestra raza que no esté contaminada por el prejuicio o el orgullo humanos.
En ella se registran las luchas, las derrotas y las victorias de los mayores hombres que el mundo haya conocido jamás.
En ella se desarrollan los grandes problemas del deber y del destino.
Se levanta la cortina que separa el mundo visible del mundo invisible, y presenciamos el conflicto de las fuerzas encontradas del bien y del mal, desde la primera entrada del pecado hasta el triunfo final de la rectitud y de la verdad; y todo ello no es sino una revelación del carácter de Dios.
En la contemplación reverente de las verdades presentadas en su Palabra, la mente... entra en comunión con la Mente infinita.
Un estudio tal no sólo purifica y ennoblece el carácter, sino que inevitablemente amplía y fortalece las facultades mentales.
Las enseñanzas de la Biblia influyen en forma vital sobre la prosperidad del hombre en todas las relaciones de esta vida.
Desarrolla los principios que son la base de la prosperidad de una nación, principios vinculados con el bienestar de la sociedad y que son la salvaguardia de la familia, principios sin los cuales ningún hombre puede alcanzar utilidad, felicidad u honra en esta vida, ni asegurarse la vida futura inmortal.
No hay posición alguna en esta vida, ni fase alguna de la experiencia humana para la cual la enseñanza de la Biblia no constituya una preparación indispensable.
Si se estudiara la Palabra de Dios y se la obedeciera, daría al mundo hombres de intelecto más enérgico y activo que cuantos puede producir la mayor aplicación al estudio de todas las materias abarcadas por la filosofía humana.
Produciría hombres fuertes y firmes de carácter, de entendimiento agudo y sano juicio, hombres que glorificarían a Dios y beneficiarían al mundo.
Por el estudio de las ciencias también hemos de obtener un conocimiento del Creador.
Toda ciencia verdadera no es más que una interpretación de lo escrito por la mano de Dios en el mundo material.
Lo único que hace la ciencia es obtener de sus investigaciones nuevos testimonios de la sabiduría y del poder de Dios.
Si se los comprende bien, tanto el libro de la naturaleza como la Palabra escrita nos hacen conocer a Dios al enseñarnos algo de las leyes sabias y benéficas por medio de las cuales Él obra...
El sello
de la Deidad, manifestado en las páginas de la revelación, se ve en las altas
montañas, los valles fructíferos, y en el ancho y profundo océano. Las cosas de
la naturaleza hablan al hombre del amor de su Creador.
-Patriarcas y profetas, págs. 647-649. RJ107/EGW/MHP 108
AUDIO. https://www.youtube.com/watch?v=B7uTR-qG0Tg&list=PLtrFh-HO7ogCEh9XT9hiYgr7lRPj0RMz1&index=11&pp=sAQB
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