Escudriñad las Escrituras; porque a vosotros os parece que en ellas tenéis la vida eterna; y ellas son las que dan testimonio de mí. (Juan 5:39)
El Espíritu de Dios está junto a cada verdadero escudriñador de la Palabra de Dios, capacitándolo para descubrir las gemas escondidas de verdad.
La iluminación divina acude a su mente, estampando la verdad en él con renovada y fresca importancia.
Rebosa de un gozo nunca antes experimentado. La paz de Dios descansa sobre él.
Comprende la hermosura de la verdad como nunca antes.
Una luz celestial resplandece sobre la Palabra, haciéndola aparecer como si cada letra estuviera matizada con oro.
Dios mismo habla al corazón, haciendo de su Palabra espíritu y vida.
Recibir los elementos vivos de las Escrituras y hacer la voluntad de Dios significa vida eterna.
Esto es lo que quiere decir comer la carne y beber la sangre del Hijo de Dios.
Es privilegio de todos consumir el pan del cielo por medio del estudio de la Palabra, y fortalecer así los tendones y músculos espirituales...
Se sirve un rico banquete a quienes aceptan a Cristo como Salvador personal.
Día tras día, a medida que ellos consumen su Palabra, son nutridos y fortalecidos.
¿Por qué el pueblo de Dios hace caso omiso de las palabras del gran Maestro?
¿Por qué confían en los seres humanos para obtener ayuda y aliento, cuando tienen la grandiosa y magnífica promesa: "El que come mi carne y bebe mi sangre, en mí permanece, y yo en él. Como me envió el Padre viviente, y yo vivo por el Padre, asimismo el que me come, él también vivirá por mí... el que come de este pan, vivirá eternamente" (Juan 6:56-58)?...
Quienes consuman el banquete provisto para ellos obtendrán una experiencia del más alto valor. Verán que, comparada con la Palabra de Dios, la palabra del hombre es lo que la paja es al trigo.
En todo plan que hacemos, debemos actuar dependiendo enteramente de Dios, o seremos engañados por una apariencia en vez de ver la realidad...
Por razón del deterioro del cuerpo, la sangre debe renovarse constantemente por medio del alimento. Así debe ocurrir en nuestra vida espiritual.
Diariamente se debe recibir, creer y obrar la Palabra.
Cristo debe morar en nosotros, energizando el ser entero, renovando la sangre vital del alma. Su ejemplo ha de ser nuestro guía.
En nuestro trato con los demás debemos revelar su simpatía. Debe haber una obra real de la gracia de Cristo en nuestros corazones.
Entonces diremos con el apóstol: "Ya
no vivo yo, mas vive Cristo en mí" (Gálatas 2:20). La permanencia de la
vida de Cristo en el alma es causa de gozo y prenda de nuestra gloria. -Review and Herald, 1º de octubre de 1901. RJ
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AUDIO. https://www.youtube.com/watch?v=vVlITyvCc6Q&list=PLtrFh-HO7ogCEh9XT9hiYgr7lRPj0RMz1&index=24&pp=sAQB
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