Y esta es la vida eterna: que te conozcan a ti, el único Dios verdadero, y a Jesucristo, a quien has enviado. (Juan 17:3).
No espere que se obre algún cambio mágico en usted, sin dar los pasos que se requieren de usted mismo. La vida debe consistir en ocuparse, con humildad, en su propia salvación con temor y temblor, pues es Dios el que obra en usted el querer y el hacer por su buena voluntad. No se detenga, corra por su vida...
Cristo quiere que avancemos juntos, que seamos uno con Él, así como Él es uno con el Padre.
Usted debe depender de Dios, ser disciplinado y prepararse para la vida más elevada. Sí, dependa de Dios; busque agradarle, sígalo, descanse obedientemente en la fuerza de su Palabra.
Obedecer cuando parece imposible es verdadera entrega a Dios. Esto reavivará su naturaleza moral y subyugará su orgullo. Aprenda a someter su voluntad a la voluntad de Dios, y estará preparado para la herencia de los santos en luz. -Manuscrito 12, de 1888.
Una fe común no es suficiente. Debemos vestir el manto de la justicia de Cristo, y llevarlo en forma abierta, valiente, decidida, exhibiendo a Cristo, sin esperar demasiado de los hombres finitos, sino puestos los ojos en Jesús y atraídos por las perfecciones de su carácter.
Entonces, individualmente, manifestaremos el carácter de Jesús, y será evidente que somos vigorizados por la verdad; puesto que ella santifica el alma y mantiene cautivo cada pensamiento a la obediencia de Cristo. -Carta 14, de 1891.
Cada misionero tendrá que pelear arduas batallas contra el yo, y estos combates no disminuirán en intensidad. Pero si estamos constantemente creciendo en experiencia cristiana, si continuamos mirando a Jesús con fe, se nos dará la fuerza para cada emergencia.
Todos los poderes y facultades de una naturaleza regenerada deberán ser ejercitados constantemente, diariamente.
Cada día tendremos ocasión de crucificar el yo, de pelear contra la inclinación y un temperamento perverso que arrastraría la voluntad en dirección equivocada.
El reposo y el triunfo de la victoria todavía no es nuestro, excepto cuando por fe entremos en la victoria que Cristo ha ganado por nosotros. -Carta 4, de 1892.
Las promesas de Dios, aceptadas con genuina fe, tienen una fragante influencia sobre la vida y el carácter, haciendo que el instrumento humano refleje la imagen de lo divino...
Dios obra por su parte... impartiendo gracia a quien imparte en su vida las gracias que le fueron dadas, al representar la genuina santificación al mundo en su propio carácter. -Manuscrito 45, de 1900. RJ100/EGW/MHP 101
AUDIO. https://www.youtube.com/watch?v=5DHadV3iP7E&list=PLtrFh-HO7ogCEh9XT9hiYgr7lRPj0RMz1&index=4&pp=sAQB
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