Porque todo es vuestro... y vosotros de Cristo, y Cristo de Dios. (1 Corintios 3:21,23)
El Hijo de Dios no sólo se entregó como sacrificio por el culpable, como Redentor por el perdido, sino que por medio de El todo es nuestro.
Quienes tienen fe en Cristo, quienes son obedientes a su instrucción, conocerán por experiencia la inmensidad del poder que nos da testimonio constante de que somos de Cristo, y de que Cristo es nuestro.
El Salvador nos ha dado el título de nuestra herencia, y de este modo estamos en ventaja, gracias a que hemos escogido a Cristo como nuestra porción.
Quienes son obedientes a su Palabra pueden recibir esta evidencia: la seguridad de la verdad tal como es en Jesús.
Si nosotros acostumbramos a nuestras mentes a espaciarse en los hechos de la fe que se nos han dado, podremos resistir la vista de Aquel que es invisible.
Quienes caminan con Jesús pueden regocijarse con gozo indecible, colmados de gloria...
Una fe permanente, una obediencia constante, son esenciales para continuar en su amor...
Hemos de vivir de cada palabra que sale de la boca de Dios.
Entonces la verdad tal como es en Jesús, la verdad que es ejemplificada en su carácter, será expresada en nuestras vidas, en nuestro espíritu, en nuestras palabras, en nuestro temperamento.
La verdad será la ley de la mente. Cristo, la esperanza de gloria, será formado en el interior.
Hay una unión peculiarmente estrecha entre el alma transformada y Dios.
Es imposible encontrar palabras que describan esta unión.
Es un tesoro que para el verdadero creyente vale infinitamente más que el oro y la plata.
El cristiano divisa al Salvador siempre ante él, y por la contemplación se transforma a su misma imagen, de gloria en gloria. Él porta el sello de Dios.
¿Abandonaremos esto por la ciencia de la sofistería? ¡Nunca!
La verdad está colmada de riquezas divinas.
Quien participa de la naturaleza divina se aferrará a la verdad.
Nunca la abandonará, porque la verdad lo sostiene...
Nunca olvidemos que según los caracteres que estamos formando día tras día, estamos decidiendo nuestro futuro destino.
Aquellos cuyos corazones están colmados con el amor de Cristo encontrarán una hermosa recepción en las cortes celestiales...
Ante los ojos de Dios la gloria de sus hijos es la espiritualidad de ellos.
Este es el sello distintivo que los separa del mundo...
Hemos de tener hambre y sed de justicia, a fin de que podamos representar a Cristo ante el mundo.
Si su amor permanece en nuestros corazones, se revelará distintamente.
Debemos ser luces en el mundo. Cristo llama a cada seguidor suyo a revelar sus virtudes de carácter, a representarlo en palabra y obra para dar a conocer su amor. -Manuscrito 84, de 1905. RJ 116/EGW/MHP 117
AUDIO. https://www.youtube.com/watch?v=t63uApt8V5Q&list=PLtrFh-HO7ogCEh9XT9hiYgr7lRPj0RMz1&index=20&pp=sAQB
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