Y cuando él venga, convencerá al mundo de pecado, de justicia y de juicio. (Juan 16:8).
Cristo prometió el don del Espíritu Santo a su iglesia, y la promesa nos pertenece tanto a nosotros como a los primeros discípulos.
Pero como toda otra promesa, se da con ciertas condiciones.
Son muchos los que profesan creer y atenerse a las promesas del Señor; hablan de Cristo y del Espíritu Santo; mas no reciben beneficio, porque no entregan sus almas a la dirección de los agentes divinos.
No podemos nosotros emplear el Espíritu Santo; el Espíritu es quien nos ha de emplear a nosotros.
Por medio del Espíritu; Dios obra en su pueblo "así el querer como el hacer, por su buena voluntad" (Filipenses 2:13).
Pero muchos no quieren someterse a ser guiados. Quieren dirigirse a sí mismos. Esta es la razón por la cual no reciben el don celestial.
Únicamente a aquellos qué esperan humildemente en Dios, que esperan su dirección y gracia, se da el Espíritu.
Esta bendición prometida, pedida con fe, trae consigo todas las demás bendiciones.
Se da según las riquezas de la gracia de Cristo, quien está listo para abastecer a toda alma según su capacidad de recepción.
El impartimiento del Espíritu es el impartimiento de la vida en Cristo.
Únicamente aquellos que son así enseñados por Dios, únicamente aquellos en cuyo interior obra el Espíritu, y en cuya vida se manifiesta la vida de Cristo, pueden ocupar la posición de verdaderos representantes del Salvador.
Dios toma a los hombres como son, y los educa para su servicio, si ellos quieren entregarse a Él. El Espíritu de Dios, recibido en el alma, vivifica todas sus facultades.
Bajo la dirección del Espíritu Santo, la mente, consagrada sin reservas a Dios, se desarrolla armoniosamente, y queda fortalecida para comprender y cumplir lo que Dios requiere.
El carácter débil y vacilante se vuelve fuerte y firme.
La devoción continua establece una relación tan íntima entre Jesús y sus discípulos que el cristiano se vuelve más semejante a su Maestro en carácter.
Tiene una visión más clara y amplia. Su discernimiento es más penetrante, su criterio mejor equilibrado. Queda tan avivado por el poder vivificador del Sol de justicia, que es habilitado para llevar mucho fruto para gloria de Dios...
¿De qué nos
valdría que el unigénito Hijo de Dios se hubiese humillado,
soportase las tentaciones del astuto enemigo, y muriese, el justo
por los injustos, si el Espíritu
no fuese dado como agente constante de la regeneración, para hacer
eficaz en cada caso individual lo que fue logrado por el Redentor del mundo? -Obreros evangélicos, págs. 301-303. RJ123/EGW/MHP
124
AUDIO. https://www.youtube.com/watch?v=GvF9-SlXAEo&list=PLtrFh-HO7ogCEh9XT9hiYgr7lRPj0RMz1&index=27&pp=sAQB
No hay comentarios.:
Publicar un comentario