Envía tu luz y tu verdad; éstas me guiarán; me conducirán a tu santo monte, y a tus moradas. (Salmos 43:3).
El Espíritu Santo debe obrar en el corazón de los maestros de la Palabra de Dios, para que ellos puedan entregar la verdad a la gente de la misma manera clara y pura como Cristo entregó la verdad.
El la reveló no sólo en sus palabras, sino en su vida...
Los hombres en esta época del mundo actúan como si tuvieran la libertad de cuestionar las palabras del Infinito, de reestudiar sus decisiones y mandamientos, apoyándolos, revisándolos, rehaciéndolos y anulándolos a su placer.
Y si no pueden viciar el sentido, mal interpretar o alterar la clara decisión de Dios, o torcerla para agradar a la multitud y a sí mismos, se desentienden de ella.
Nunca estaremos seguros mientras seamos guiados por opiniones humanas;
pero lo estaremos cuando seamos conducidos por un "Así dice el Señor".
No podemos confiar la salvación de nuestras almas a ninguna norma menor que la decisión de un Juez infalible.
Quienes hacen de Dios su guía, y de su Palabra su consejera, siguen la lámpara de la vida. Los oráculos vivientes de Dios guían sus pies por caminos rectos.
Quienes son guiados no osarán juzgar la Palabra de Dios, sino que siempre permiten que la Palabra los juzgue. Obtienen su fe y su religión de la Palabra de Dios.
Es la guía que orienta su camino. Es una lámpara a sus pies, y una lumbrera para su camino.
Ellos caminan bajo la dirección del Padre de la luz, en quien no hay mudanza, ni sombra de variación. Aquel cuya tierna misericordia está sobre todas sus obras, hace que el sendero del justo sea como una luz resplandeciente, que brilla más y más hasta que el día es perfecto. -Review and Herald, 21 de febrero de 1899.
Tenemos luz en las Escrituras, y se nos tomará en cuenta toda la luz que no es atesorada.
Las obras de muchos no armonizan con la verdad que han recibido.
Hay demasiado del elemento humano dentro de nuestros planes. No dependemos del Espíritu Santo para obrar con su energía transformadora sobre el corazón y la vida.
Somos deficientes en fe, la cual es invencible y misteriosa. La eficacia de la verdad se debilita por el rumbo de quienes no purifican sus almas por medio de la obediencia a la verdad.
Los que teman al Señor y guarden su pacto conocerán sus secretos.
Necesitamos fe en Dios, para que bajo el poder santificador de su Palabra se manifiesten los principios de la hermandad humana.
Su poder sobre la mente y el corazón nos capacitará para presentar las verdades de la santa Palabra de Dios.
La sana doctrina, puesta en contacto real con las almas, resultará en prácticas sanas y elevadas.
La verdad tal como es en Jesús debe ser atesorada.
Entonces los cristianos no serán cristianos sólo de nombre. El amor de Cristo permeará sus vidas.
-Review and Herald, 28 de
febrero de 1899. RJ105/EGW/MHP 106
AUDIO. https://www.youtube.com/watch?v=LddMQjzVBp8&list=PLtrFh-HO7ogCEh9XT9hiYgr7lRPj0RMz1&index=9&pp=sAQB
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